Discapacidad

 

En la Unión Europea viven unos 37 millones de personas con algún tipo de discapacidad. Por eso se ha declarado este año de 2003 como Año Europeo de la Discapacidad.

Distintas organizaciones funcionan en España con una finalidad dirigida a mejorar la calidad de vida de las personas que padecen algún tipo de discapacidad, sea física o intelectual, y a proteger y hacer respetar los derechos que legal y racionalmente le corresponden.

 

En Cartagena, aparte de la ONCE, la más potente y conocida de todas ellas, que atiende personas con ceguera, existen otras como APANDA, para discapacitados auditivos, ASIDO-CARTAGENA con atención a personas afectadas por síndrome de Down y ASTUS, asociación destinada a la protección del discapacitado, cuya realización más notoria y emblemática es PROLAM, institución que acoge en sus centros tanto a personas con déficit intelectual como a paralíticos cerebrales, muchos de ellos gravemente afectados. (Que me perdonen los oyentes si se me olvida mencionar alguna asociación).
Habrán observado ustedes que casi siempre que utilizo el síndrome que afecta a cada grupo de discapacidades, antepongo el término persona. Mi propósito es recalcar y realzar su condición de persona, que le habilita para disfrutar de los derechos que la Constitución y las leyes contemplan. Por tanto, por encima de todo, se trata de personas a las que hay que respetar porque tienen derecho a ello. Desterremos, pues, de nuestro lenguaje la expresión de subnormal, que tanto daño hace a quienes llevamos en el corazón el estigma de la persona afectada y, a menudo, marginada y despreciada. ¿Subnormal, en qué, me pregunto? ¿En afectividad, en cariño, en lealtad, en confianza, en autenticidad, en grandeza de alma, en entrega al otro?. Piensen ustedes. Incluso los términos minusválido o deficiente esconden, a veces, un carácter peyorativo inaceptable. ¿Llevan consigo estos términos una carga de inutilidad?. Desde esta tribuna les aseguro que en los Centros de PROLAM se puede comprobar la realización de un trabajo bien hecho por parte de personas con graves deficiencias psíquicas. Se sienten y los percibimos útiles a la sociedad a la que pertenecen; démosles, pues, oportunidades de demostrarlo.
En un Encuentro de Autogestores, dirigido a promover la autonomía personal, decía uno de sus miembros, discapacitado: la sociedad no nos conoce lo suficiente, no sabe todo lo que podemos hacer, y por eso nos discrimina.
Últimamente, el Gobierno ha publicado leyes muy favorables para las familias y para los propios discapacitados. Desde el principal partido de la oposición también se han hecho declaraciones según las cuales se piensa adoptar discriminaciones positivas en su favor. Pero esto, con ser mucho, y yo lo agradezco, no lo es todo. Se hace preciso un Plan Integral, con financiación propia, que abarque la atención y protección del discapacitado en toda su extensión, y en todo su recorrido vital: instalaciones, ayudas directas, residencias, programas de rehabilitación y de auténtica integración y un largo etcétera, que consiga de España, respecto a la Unión Europea, y de Cartagena y la región de Murcia, en relación con el resto de España, el abandono del furgón de cola del gasto social, implementando decididamente lo que se ha considerado como el cuarto pilar del Estado del bienestar: la atención al discapacitado.
Que los poderes públicos no tengan miedo en tomar decisiones en esa dirección, porque la sociedad, afortunadamente, va tomando conciencia de que ése es el verdadero camino, el único camino.
Cartagena, 1 de marzo de 2003.
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Autor: Juan Antonio Fernández Arévalo

Juan Antonio Fernández Arévalo: Catedrático jubilado de Historia

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