El trasatlántico de la vida

Una balsita, pequeña, insegura. Así me sentía yo amarrado por unas cuerdas vacilantes… Tan livianos eran los cordeles que los oía crujir. Aun así, tras tanto tiempo esperándolo, mecostaba aceptar que un poco de oleaje… unos días más… romperían definitivamente la atadura que me ligaba al gran, mágico trasatlántico de la vida.
No se dejó esperar… Un día, las medicinas perdieron efectividad… Y como un cóndor, el PSA remontó el vuelo y se nos perdió entre las nubes.

Como nunca, el urólogo, solícito y resuelto, fatigaba enérgico el teclado del ordenador. Imperceptibles casi, yo percibía, leía en el perfil de su cara la contrariedad, la impotencia. Supe -sabía ya- que yo se le había ido de entre las manos… Acordes estuvimos en rechazar sesiones de radio y quimioterapia. Se brindó obsequioso a procurarme tratamiento eficaz contra los dolores. Que ya, a días, alborotados y parranderos juegan a las cuatro esquinas por todo mi esqueleto. Y elogió mi entereza desde la entrevista inicial. Y yo me callé cuántas lágrimas desde entonces había aprendido a sorberme en silencio. Me despidió efusivo y no me dio fecha para nueva revisión.
Volvía yo a casa pensando, bobalicón, que, como las gestantes muy avanzadas, yo estaba ya también fuera de cuenta. Y como tantas otras veces en estos años -con la vida en un hilván- yo, pobre humano, había de apencar con mi inhumana realidad. Y cómo me costaba hacerme a la idea de ser un mortal abandonado, flotando en el río del tiempo que en breve me verterá en la mar… ¿Cuándo? Tarde o pronto, mientras la cabeza me rija he de buscarme engaños para capear la espera… Y como ni siquiera para mis paseos mequedan piernas… pues papel y pluma. Y a soñar auroras y recordar amigos…
Golosa distracción y gran consuelo me regalan quienes, con pretexto de celebrarme literariamente primíparo y osado, me llaman. Y me florean datos y situaciones que yo, entelados los ojos ya, y cuarteado el espíritu, recordaba haber contemplado desde mi balancín. Y consigné en el libro.
Como es de suponer, nadie hay tan sincero que me llame para decirme: «Burguillos, tu libro es una inocentada, un bodrio…”. Al contrario, la exuberante guarnición de elogios y plácemes me adorna y esconde el plato nuclear, la menestra. Pese a todo no me desvanece la vivencia dominante que me copó, leída mi ópera prima: “¡Sufrido papel…! iCuánto aguantas!”.
Esos embuchados, repartidos como ristras de morcillas, mal que bien, distrajeron mis críticos, contristados años en el corredor de la muerte. Y no había razón alguna para exigirles otro alcance.
Corregir, suturar desgarrones, arreglar desarreglos, extirpar protuberancias, y ajustarlo todo, me hubiera entretenido hasta el final… Y me hubiera ahorrado el calvario de un parto distócico[1] y extra tempus
iPobre niño mío! iCuánto le debo…! Me liberó de la sima impredecible de la ansiedad. Pero ¡qué varioloso me nació!
Valladolid, 25-01-05.

 


 

[1] distócico, difícil.
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Publicado en: 2005-03-23 (330 Lecturas).

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