El palomar y la horda marxista

Acabo de leer el artículo de mi amigo Pertíñez sobre el ¿robo? de palomas y lo demás que pasó antes de llegar a nuestros necesitados y, por ello, agradecidos estómagos. La verdad es que hay elementos sustanciales que pasaron de la realidad a la imaginación -febril en aquellos tiempos de juventud- a través de enormes filtros por los que se colaron deformaciones e inexactitudes dignas de resaltar. Por ejemplo, las palomas recogidas cupieron, que yo sepa, en un solo saco; eran, según creo y me ha confirmado Antonio Lara, dieciocho, dos más que el total de los componentes de nuestro curso (me refiero a los alumnos, como se habrá entendido, que no a los palomos). Por supuesto no se invitó al P. Rector ni al Prefecto, pues nuestras relaciones con el P. Rector eran distantes (no podía ser de otro modo) y con el P. Navarrete no nos unía la cordialidad precisamente. Ni siquiera se avisó al P. Mendoza y lo dudo respecto al P. Teotonio, que era nuestro inspector. Y, desde luego, la cena no fue en ningún comedor sino en la habitación del Sistema A, al fondo del pasillo, que era la más grande.

 

En todo caso hay dos compañeros, Antonio Lara y Jesús M.ª Ferrer, que pueden ampliar, corregir o comentar el asunto, ya que ellos, junto a Juanito Vargas, fueron los actores destacados en la más grande aventura cinegética que vieron los cerros de Úbeda. Y digo la más grande aventura porque no es frecuente utilizar, en estas operaciones, sólo las manos, aliadas con la noche oscura; noche de rayos, tan fría y tan negra como la sierra Mágina, que se asomaba al acontecimiento.

Sin embargo, estas inexactitudes, propias del paso del tiempo, no tienen nada que ver con la frase en la que se habla de Camilo Alonso Vega como defensor de Álava frente a la vesania roja (las negrillas son mías), es decir, contra la barbarie roja o la hidra marxista, que eran expresiones comunes en aquellos tiempos.

Se ve que a mi amigo Pertiñez se le han olvidado las comillas pues, si no me equivoco, estamos en el siglo XXI, lejos ya de los años de plomo de nuestro Glorioso Movimiento Nacional.

Por cierto, a Don Camilo, en la Universidad, le llamábamos “Don Camulo” por razones obvias de todo el mundo conocidas. Y lo de defensor de… más bien sería al revés: ¿quién se defendía de quién?

Yo no calificaré, pero, tomando la idea de Javier Cercas, el autor de la celebrada novela Soldados de Salamina, creo que, al menos los historiadores y profesores de Historia, deberíamos coincidir en unas cuantas ideas básicas (los matices serían los que distinguirían nuestras distintas interpretaciones). Estas ideas podrían resumirse de manera similar a la que expongo a continuación.

El 18 de julio de 1936, después de una larga y continuada conspiración, un amplio grupo de militares, apoyados por la Iglesia y por las clases más conservadoras del país y con la ayuda de las potencias fascistas (Alemania e Italia), dio un golpe de Estado contra el Gobierno legítimo de la II República española, que había sido formado tras el limpio veredicto de las urnas.

Dicho golpe ni triunfó ni fue vencido totalmente, por lo cual se desencadenó una cruenta guerra civil (“incivil” la llamaría Don Miguel de Unamuno) en la que se producirían centenares de miles de muertos y heridos.

Con el triunfo de los sublevados se abrió paso un exilio masivo, una gran represión y una larga dictadura que acabó con la muerte natural del dictador.

Creo que esta descripción, u otra parecida, podría ser perfectamente asumida por quienes conocemos mínimamente la Historia y, en consecuencia, estamos obligados a ser fieles a la verdad de los hechos, más allá de los matices, explicaciones o razones que, por nuestra propia formación histórica e historiográfica, consideremos pertinentes para un mejor entendimiento de los acontecimientos.

Lo contrario, lo de la vesania roja, me suena como muy estridente y algo extravagante, dicho sin ánimo de ofender.

Mi ánimo no es de polémica, por lo que pido perdón si hubiese ofendido a alguien. No lo he pretendido y jamás lo pretenderé, pero, como el término rojos tiene unas connotaciones inaceptables, me remito a un artículo que escribí hace unos meses y que titulo así: “Rojos”.

Cartagena, 11 de enero de 2006.

(59 lecturas).

Autor: Juan Antonio Fernández Arévalo

Juan Antonio Fernández Arévalo: Catedrático jubilado de Historia

Deja una respuesta