De los docentes

 

Este inventado “Día del Docente” (se colocó por la Delegación competente el día 12 de Marzo) me sirve de excusa para escribir sobre los mismos, a sabiendas de que soy juez y parte. Perdóneseme pues esta ventaja.
En mis largos años de docencia me he encontrado de todo, pues ha sido variado mi tránsito. He encontrado docentes (sí, también escribo de “ellas”) magníficos, como personas y profesionales, enteros, honestísimos y sobre todo congruentes con su idea y su práctica. He disfrutado cuando con ellos o junto a ellos he realizado trabajos, he participado en actividades o me he tomado unos vinos. Siempre fueron, y son, iguales para con los demás, sin pedanterías o pretensiones de superioridad. La mayor parte están en ejercicio, siguen en sus puestos del día a día, a veces demasiado penoso para otros. ¡Ah!, y cuando se dan de baja… (¿pero es que se dan de baja?).

 

 

 

 

Los docentes así, los anteriores, casi siempre pasan desapercibidos.

Pero agárrese usted a lo contrario. No nos equivoquemos, quienes más hablan de enseñanza o de pedagogía, hacen cursos, jornadas, especializaciones sin número, no todos pero sí muchos no buscan más que el huir de la tarea diaria. Penosa a veces, desde luego. Hablan con la boca llena de su amor a la enseñanza, de sus ideas sobre la enseñanza, de sus cambios en la enseñanza, pero si pueden salen pitando de la enseñanza para la política o la gestión desde los despachos. Yo conocí a una enseñante, muy renombrada y agasajada ella, que decía siempre que le gustaría dar clases en infantil, pero nunca llegaba el día de meterse en una clase aunque faltase un profesor en su centro. Ni así se metía en clase… Estos docentes de piquito de oro nos llenan a los demás de oprobio: somos ineptos, no innovamos, estamos cerrados a las nuevas ideas, no colaboramos en sus iniciativas, claro, somos la carne de cañón necesaria para que ellos se mantengan en sus despachitos, en sus puestos de “responsabilidad”, a dedo dados… Si caen en desgracia y tienen que volver a la crudísima realidad del trabajo a pie de obra (ya procurarán no hacerlo) lo menos que les sucede es que caen en enfermedad (la depresión es muy socorrida), baja al canto y a esperar las gestiones que los aparten del cáliz amargo.
Los docentes que saben de docencia tratan de adaptarse al alumnado, regla básica que se olvida comúnmente. Trabajan para el alumnado adaptando programas y contenidos pese al ordenancismo creciente. Los docentes que se creen “que saben” obran al revés. Es el alumnado el que debe adaptarse a ellos, lo machacan sin remisión, fuerzan la situación al límite y cuando de tanto forzar saltan los seguros, entonces, provocada la crisis, se tratan de justificar con aquello de que ahora no hay manera de dar ninguna clase… Un gran pecado del docente es el robotizarse haciendo siempre lo mismo, independientemente de lo que alrededor suceda. Nada de concesiones: yo enseño así y usted se aguanta. Esos llevan al fracaso al alumnado y luego dicen que lo que fracasa es el sistema. Mentiras para justificarse. El cariño a los alumnos -si se puede desarrollar-, la confianza, no son una debilidad, sino una virtud necesaria en el docente para el correcto ejercicio de su labor. Y desde luego que existen situaciones en que más valdría ser de todo menos docente.
Las autoridades del ramo en general, y salvo honrosísimas excepciones, se inhiben de los problemas que tienen sus subordinados. Solo intervienen y a veces a destiempo o con desmesurado apresuramiento, cuando se está pudriendo ya el problema. Las autoridades quieren docentes calladitos y obedientes, que no las cuestionen. Y los docentes, en general, no quieren ni ver de cerca a esas autoridades. ¿Para qué?
Un “Día del Docente”, en realidad un día de asueto que se busca como agua en verano. Un día para olvidarnos de que somos docentes, sea para bien o para mal.
Publicado en la sección “Con Lupa”
del Semanario Úbeda Información el 13-03-04.
24-03-04.
(69 lecturas).

 

Autor: Mariano Valcárcel González

Decir que entré en SAFA Úbeda a los 4 años y salí a los 19 ya es bastante. Que terminé Magisterio en el 70 me identifica con una promoción concreta, así como que pasé también por FP - delineación. Y luego de cabeza al trabajo del que me jubilé en el 2011. Maestro de escuela, sí.

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