ASTUS-PROLAM

Esta semana me propongo hablar de una Institución de gran arraigo en nuestra ciudad, y de la que todos los cartageneros podemos sentirnos orgullosos. Se trata de ASTUS, una Asociación cuyos fines y objetivos están ligados a las personas más débiles de nuestra sociedad, y por ello la hacen merecedora de nuestro respeto, atención y solidaridad. Alguna de sus proyecciones en el ámbito social y empresarial, como PROLAM, son modélicas en nuestro país y merece la pena que nuestros conciudadanos la conozcan. Aquí, en PROLAM, buque-insignia de ASTUS, se produce la integración laboral más asombrosa. Quien la visita, además de la admiración e increíble sorpresa que le suscita, la abandona con un pellizco en el corazón que le hace contemplar la vida de otra manera, con menos frivolidad y más autenticidad. El impacto y conmoción que produce el trabajo de los chicos discapacitados en los distintos talleres deja una huella imborrable en el visitante y lo obliga necesariamente a adoptar otra actitud ante la vida, esta vez más solidaria.

Pocas causas hay tan nobles como la de ayudar al desarrollo, lo más integral posible, de personas con discapacidad psíquica o con parálisis cerebral. Personas que no hace tanto tiempo eran, a menudo, escondidas porque estorbaban, en un mundo en donde preside la competitividad más deshumanizadora, se reivindican ahora como sujetos con los mismos derechos que los demás y, sobre todo, con la exigencia de ser útiles en el plano social y felices en el personal. Justo es reconocer que la sociedad, antes tan reacia a la integración de estas personas (y sé de lo que estoy hablando), haya empezado a tomar una mayor conciencia y sensibilidad, aceptando solidariamente su equiparación social, mediante el “plus” de protección y ayuda que pudieran necesitar. Bastante se ha avanzado en los últimos años, sobre todo desde la instauración del sistema democrático, aunque todavía sean escasas e insuficientes las prestaciones económicas con las que las instituciones responsables dotan a los centros encargados de hacer esta importantísima tarea de integración social del minusválido psíquico y motriz atendido en los centros de ASTUS. 
ASTUS es una asociación fundada hace más de treinta años por una persona señera en nuestra ciudad, por sus múltiples actividades políticas y sociales, Mario Arnaldos, quien tenía muy claro que la futura integración del discapacitado (antes llamado de otra forma, cuya sola enunciación me produce sonrojo, cuando no indignación) pasaba por su dignificación como persona. Esta finalidad ha sido asumida por los dos presidentes que han continuado su labor, don Juan Antonio Gómez Pulido y don Joaquín Barberá, y por todos los directivos y socios, así como técnicos y trabajadores. Todos ellos han tomado conciencia de que es justicia y no beneficencia lo que se exige para recorrer el duro camino de la integración social.
Aprovecho este programa, perdónenme ustedes, para hacer un poco de pedagogía y rechazar amablemente algunas bienintencionadas opiniones que no se ajustan a la verdad. Cuando hablamos de discapacitados o minusválidos psíquicos o motrices no nos estamos refiriendo más que a una deficiencia en el ámbito intelectual o en el de la motricidad. No se identifica, por tanto, con enfermedad mental o de otro tipo, ni tiene por qué afectar necesariamente a otros aspectos de la personalidad del discapacitado. No confundamos los términos. Es más, a menudo nos encontramos en estas personas con una capacidad y riqueza afectiva o social que desborda los parámetros más positivos de la llamada normalidad. Tratémosles, pues, con naturalidad y, si puede ser, con afecto.
Finalizo esta página con el convencimiento y la esperanza de que mis torpes pero emocionadas palabras susciten en nuestros maravillosos oyentes, una actitud positiva y solidaria ante los problemas de todos nuestros discapacitados, que se traduzca en la exigencia de una consideración cada día más justa. Habremos contribuido todos a la construcción de un mundo mejor, y eso merece la pena. ¡De verdad!.

Cartagena, 1 de diciembre de 2001.

(48 lecturas).

Autor: Juan Antonio Fernández Arévalo

Juan Antonio Fernández Arévalo: Catedrático jubilado de Historia

Deja una respuesta