“Los pinares de la sierra”, 165

Por Dionisio Rodríguez Mejías.

4.- Una voz interior que promete el triunfo.

Lejos de mostrar su preocupación, por no disponer aún de un cliente cualificado, Portela se animó al ver los ojos de los asistentes dilatados por el interés y la curiosidad. Presentó a Martina, agradeció a todos su presencia y comenzó el discurso.

―Señores, todos los que consideramos la urbanización de Edén Park como algo propio, estamos aquí para cumplir una misión importante. Recuerdo la tarde que recibí al señor Soriano. Acababa de llegar a Barcelona, y llevaba una semana sin pagar la pensión. Le dije que me parecía algo mayor para un trabajo tan exigente, y me respondió que confiara en él, que le diera una oportunidad y que tuviera la seguridad de que no me iba a defraudar. En pocas palabras: me convenció. Pues bien, no ha pasado demasiado tiempo desde entonces y nuestro compañero es hoy el propietario de un floreciente negocio de venta de automóviles, y todos vemos en él a un triunfador. ¿Están de acuerdo?

Se oyeron risas mezcladas con aplausos, que cortó Paco para seguir hablando.

―Y ahora quiero dirigirme a los nuevos. ¿Os habéis preguntado alguna vez qué es un vendedor? En serio, ¿alguien puede decirme qué es un vendedor?

Ninguno de los nuevos se aventuró a contestar y los veteranos miraron a Roderas, que agradeció la atención con una sonrisa, pero dejó proseguir a Portela.

―Pues si nadie se anima lo haré yo. Para mí, el vendedor es una persona que cada día oye una voz en su interior que le anuncia el triunfo. Alguien que madruga todas las mañanas ―en especial los días de fiesta, como nosotros―, con la ilusión de encontrar el éxito en su próxima visita. Lamentablemente, en muchas ocasiones no es así y algunos no soportan el fracaso, y se hunden en la desolación. Pero otros persisten, vuelven a madrugar al día siguiente, se miran al espejo y salen a la calle con la esperanza de que ese nuevo día sea el decisivo en su lucha por alcanzar la gloria. Porque la voz de su interior les continúa diciendo que no se rindan, que no bajen los brazos y sigan adelante. Y soportan la lluvia, el frío y el calor, mientras la soledad les pesa como el plomo, sin recibir una palabra de aliento ni el afecto de una mano amiga.

A veces, perdidos en medio de la gente, entran en un bar como un vagabundo errante en la ciudad, y busca una fuente para calmar su sed. Allí, apoyado en la barra ante una caña de cerveza, recuerda a su familia y, sumido en su desconsuelo, decide seguir a pesar de las dificultades. Eso, nada más y nada menos que eso es un vendedor y así espero que os comportéis en la finca el próximo domingo. Muchas gracias por venir y esta noche las consumiciones corren de mi cuenta.

Le indicó a Martini Rojo que encargara otra ronda, consultó a sus vendedores con la mirada, y sonó una ovación cerrada y entusiasta. Se oyó una voz: «¡Viva Portela!». Los veteranos se pusieron en pie, e incluso algunos fueron a estrecharle la mano. Llegó el camarero con la bandeja rebosante de jarras de cerveza y, amablemente, Paco cedió la palabra a Martina Méler.

roan82@gmail.com

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