“Los pinares de la sierra”, 171

Por Dionisio Rodríguez Mejías.

2.- El “primo”. Teodoro Barroso.

Narciso captó el velado mensaje y, como no era capaz de negarle ningún capricho, se dio una ducha a aquellas horas, fue a la cocina a buscar el tarro de la mantequilla para apagar la sed de amor de María Luisa, y una vez más lo hicieron como Marlon Brando en El último tango en París. Cuando, después de las fogosas embestidas del galán, ella quedó rendida y satisfecha, lo envolvió en su opulenta humanidad y él se quedó dormido como un muñequito de peluche, al calor de los pechos de la peluquera.

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