“Los pinares de la sierra”, 184

Por Dionisio Rodríguez Mejías.

2. La picaresca es un sacerdocio.

Portela le escuchaba sin despegar los labios. Complacido, quizás, por la propuesta de su colega, pero molesto por tenerlo que corregir.

―Por favor, Velázquez, vayamos paso a paso. La picaresca para mí es una profesión, una forma de vivir tan respetable como el sacerdocio. Pero el egoísmo y la codicia son otra cosa. No me parece mal que utilicemos la imaginación para resolver nuestros problemas de dinero, y lo tomemos de alguien a quien le sobra. Pero de ahí a ensañarnos y arruinar a una persona ―aunque se lo merezca―, hay un abismo. ¿No te parece? Nunca me han gustado las actuaciones precipitadas. Esto es muy serio y hay que analizar cada paso que demos. Piensa que por hacer el fantasma con el descapotable, Soriano estuvo a punto de arruinar el plan. ¿Lo entiendes? Vaya dos horas que me hizo pasar, el muy cabronazo. No sé qué hubiera ocurrido si no llegan a presentarse. La cara de Gálvez me daba miedo. De verdad. Lo veía dispuesto a todo.

 

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