“Los pinares de la sierra”, 176

Por Dionisio Rodríguez Mejías.

1.- Empieza la actuación.

Poco antes de las tres de la tarde,Portela encargó a Roderas que se hiciera cargo de las pagas y señales conseguidas, y acordaron encontrarse a las nueve de la noche en Los Intocables. Salieron los autocares rumbo a Barcelona, como esas caravanas de comediantes que recorrían, años atrás, los pequeños pueblos de nuestra geografía. Parecía que todo había terminado, cuando en realidad no había hecho más que empezar. La urbanización había recobrado su apacible aspecto de cada día, aunque a la entrada quedaban restos de la batalla. Allí seguía el descapotable, echando un hilillo de vapor de agua por el radiador, como el rescoldo de una fogata que se extingue; y junto a él estaba Barroso, sudando como un pollo, con las manos y la camisa manchadas de grasa, y animando a Soriano, que contemplaba la escena muy serio, pero sin una sola mancha.

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