Por Dionisio Rodríguez Mejías.
6.- Como Rodrigo de Triana.
Sin mostrar demasiada ilusión por el premio, uno tras otro depositaron los boletos en la bolsa, hartos del trajín que habían llevado desde que salieron de casa. No obstante, llegado el momento de la insaculación del boleto, los nervios y el suspense se apoderaron de la concurrencia. En esta ocasión, la encargada de extraer la papeleta premiada fue una señora bajita y regordeta, sin cuello apenas, y con una voz muy cascadilla, que carraspeó un par de veces antes de leer el nombre de los agraciados, lo que no supuso impedimento para despertar algunas risas que enseguida quedaron atenuadas por las felicitaciones y los aplausos de los espectadores.