Por Fernando Sánchez Resa.
En esta tarde‑noche, de este caluroso sábado de julio, voy buscando un remanso de paz, frescura y armonía en la población hermana, cuyo castillo es el centro neurálgico y cultural por el que pasamos muchos amantes de la historia, del arte y de la música todos los veranos. Su irrepetible postal turística, desde cualquier punto de su entorno, activa y alumbra las ganas del acendrado viajero o turista para acercarse a su vera, descubriendo sus tesoros escondidos, para nunca quedar defraudado…
Este año había sido enterado e invitado (como en pasados años; y ya van para veinticinco, pues se cumple el 25 aniversario del Festival de Música “Villa de Canena”) por mi incondicional amigo Pedro, que bien sabe hacerme degustar las delicias de su encantador y acogedor pueblo, del que es cronista oficial y corresponsal del diario Jaén.
Hoy vengo bien acompañado por mi esposa y un matrimonio amigo que anda ansioso por catar este trocito de cielo jienense en donde, todos los veranos del mes de julio, la música se hace más armoniosa y gratificante al escucharse (mayoritariamente) en el inigualable patio de su castillo renacentista, aún soportando las cálidas temperaturas que sus piedras exhalan…
Si ayer, el Cuarteto de Cuerda de La Habana, nos deleitó con sus catorce preciosas e inolvidables variaciones del “Happy Birthday”, con motivo del 25 aniversario del este meritorio festival, y otras encantadoras piezas españolas, cubanas, brasileñas y americanas; hoy, “La Orquesta de Cuerda Balanguía”, de la sierra madrileña, en su segunda visita a esta localidad, nos regala un programa de plectro, pulso y púa, sumamente agradable y bien ejecutado (con una completísima explicación oral, de cada una de las composiciones y autores, por uno de sus dilectos componentes) en el que los temas musicales de Jaén (“Panaceite” de Martín Morales) y Madrid (“Rosa de Madrid” de Luis Barta) se hermanan con melodías cinéfilas, sumamente conocidas (“Moon River” y “La Pantera Rosa” de Henry Mancini), y de música clásica y española que hacen las delicias de todos los asistentes que abarrotan el hermoso e iluminado patio del castillo canenero. Gracias a sus cálidos y sinceros aplausos, Balanguía regala dos fabulosos bises (siendo el último, “El Sitio de Zaragoza”), que son hábilmente interpretados (como todo el magnífico y emotivo concierto) con una solvencia y entusiasmo que demuestra su alta profesionalidad.
A su finalización, llegan los prolongados aplausos y sinceros parabienes para el director y su orquesta; y todo el mundo marcha raudo a celebrar el evento, en la ya fresca noche, a los múltiples y acogedores bares de esta acogedora localidad; aunque, están todos a reventar… Nuestro grupo (y, casualmente, todos los componentes y acompañantes de BALANGUÍA) nos instalamos en el afamado Bar Chicote para reponer fuerzas físicas y mentales.
Nosotros somos invitados amablemente por tres amigos de esta entrañable tierra. Sentados en cómodos cenadores, damos buena cuenta de las tapas más exquisitas, regadas con bebidas bien fresquitas, rematando la velada aún más deliciosamente que la comenzamos, entreverando todo un rosario de variados y entretenidos temas. Por eso, siempre recordaremos esta, musicalmente maravillosa, noche canenera…
Canena, 23 de julio de 2016.