1. Introducción.
La Historia nos permite afirmar que la aparición de la cultura musulmana en España se debió a una serie de invasiones norteafricanas, iniciadas el año 711. Sus componentes implantaron de forma progresiva en el territorio peninsular sus usos y creencias hasta 1609. Como los datos históricos nos impiden hablar de casi nueve siglos de guerra continuada, afirmamos que durante esos 898 años hubo, además de desencuentros bélicos, extensos momentos de paz, de sumisión, de intercambio e, incluso, de respeto mutuo. Citemos tres ejemplos.
Primero
Entre los musulmanes conviene resaltar a Abi Amir Muhamad, miembro de una familia árabe con posesiones en Algeciras, que se trasladó a Córdoba para estudiar Jurisprudencia y Literatura. Durante el califato de al-Hakam II, ocupó importantes cargos administrativos, como los de director de la ceca [casa de moneda] en 967, o intendente del ejército del general Galib en 972. En el año 976, la prematura muerte de al-Hakam II situó al frente del califato de Córdoba a su hijo Hisam II, un niño de tan sólo once años, circunstancia que aprovechó Abi Amir Muhamad, hombre decidido y ambicioso, para hacerse con las riendas del poder.
Aquel mismo año fue designado tutor del joven califa, con la ayuda de la madre de éste, Sobeya, concubina navarra, de la que era amante. Fue nombrado hayib [mayordomo de palacio o primer ministro] de Córdoba, el año 978, en cuyo cargo estuvo hasta 1002 (veinticuatro años).
Dotado de una personalidad carismática y de un gran talento militar, entre los años 977 y 1002 (veinticinco años) llevó a cabo un total de 56 campañas en tierras cristianas sin conocer la derrota, razón por la cual recibió el sobrenombre de al-Mansur [el Victorioso] ‑Almanzor para nosotros‑ con el que pasaría a la Historia.
Segundo
Fernando I fue rey de León y Castilla entre 1035 y 1064. Conquistó Coimbra y obligó a los musulmanes de Toledo, Sevilla y Badajoz a pagarle tributo. Antes de su muerte, dividió sus territorios entre sus hijos: Galicia para García, Castilla para Sancho y León para Alfonso.
Entre 1065 y 1109, Alfonso VI pretendió reunir los reinos de Castilla y León bajo su cetro, pero su hermano Sancho II lo derrotó en Golpejera en 1072. Previo juramento de fidelidad, consintió que se marchase desterrado a la corte de al–Mamún, rey musulmán de Toledo.
Tras la muerte de Sancho a manos de Bellido Dolfos, Alfonso tuvo que jurar no haber tenido intervención en la muerte de su hermano ‑ante los caballeros presididos por el Cid‑, en la iglesia de Santa Gadea de Burgos, lo que le permitió ser nombrado rey de Castilla. La más gloriosa empresa de su reinado fue la conquista de Toledo –donde había estado acogido‑ en 1085.
Tercero
Entre 1252 y 1284, Alfonso X el Sabio continuó la Reconquista y tuvo que enfrentarse con las revueltas mudéjares de Andalucía y Murcia, promovidas por el rey moro de Granada. Los últimos años de Alfonso fueron un tejido de desaciertos por cuestiones de sucesión. Reducido a la ciudad de Sevilla, desheredó a su rebelde hijo Sancho e hizo la alianza con su enemigo Aben Yuces, rey de los benimerines, que acudió a ayudarle.
Alfonso fue un mediano político, pero un hombre muy culto: de ahí el calificativo de Sabio. Reunió a su lado hombres eminentes, lo mismo cristianos que musulmanes o judíos. Con su colaboración acometió la empresa de transmitir al mundo occidental la cultura oriental.
Por su iniciativa se tradujeron al castellano, entre otros, la Biblia, el Alcorán, el Talmud [libro que contiene la tradición, doctrinas, ceremonias y preceptos de la religión judía], la Cábala [sistema de interpretación mística y alegórica del Antiguo Testamento] y Calila y Dimna [libro de cuentos de origen persa cuyos protagonistas son dos lobos].
Las ideas religiosas que se manifiestan en este libro de cuentos afirman:
- que Dios es uno y todopoderoso;
- que recompensa el bien y castiga el mal;
- que la retribución por nuestro comportamiento está reservada a un mundo futuro;
- y que el hombre no sabrá evitar las inesperadas decisiones del destino y debe, sin embargo, conducirse como si fuera libre.
O sea, pura coincidencia con las ideas cristianas.
Conviene aclarar que la entrada del Islam en la Península fue hecha y mantenida por hombres no árabes, sino berberiscos, cuya etnia es de posible origen indoeuropeo; pero sobre todo no oriental, el centro del Islamismo. Por lo que podemos afirmar que la cultura andalusí tiene orígenes autóctonos, genuinamente hispanos. De ahí que las luchas de la invasión, de la reconquista y de la posterior expulsión de los moros tuvieran más que ver con una guerra civil entre hermanos, que con una guerra de exclusión entre extraños.
Por eso, dentro del conjunto de la civilización musulmana, Al Ándalus fue obra de los pueblos que habitaban el suelo peninsular. Para un enfoque histórico correcto, es preciso admitir que los innumerables logros en los terrenos del pensamiento:
- la Jurisprudencia,
- la Ciencia Coránica,
- la Filología Árabe [Gramática, Lexicología, Oratoria, Literatura],
- las Artes Arquitectónicas,
- las Ciencias del Cálculo [Aritmética, Álgebra] y Geométricas,
- la Medicina,
- la Agricultura,
- la Teología Escolástica,
- la Óptica,
- la Astronomía,
- la Lógica,
- la Metafísica,
- la Alquimia, etc.,
son el ejemplo de la vida civilizada que se dio en Al Ándalus.
Con esta introducción creo que podremos comprender mejor la intercomunicación de los andalusíes, independientemente de su etnia o creencias religiosas. Por ello, intentaremos anotar algunas claves del entorno social que Cervantes refleja en su Quijote.