Siempre que pronunciamos la palabra cárcel lo hacemos con prevención y horror, pues su idea nos causa repulsión y su contenido aversión… Aunque se lea en su frontispicio: “Odia al delito y compadece al delincuente”, las cárceles siempre se han considerado nido de forajidos, ladrones y criminales; por eso hay horror a habitarlas, aunque en el devenir de los tiempos esos lugares se hayan podido convertir en templos santos donde se han ofrecido sacrificios, abnegaciones y heroísmos en honor a Dios o a la Patria… Por la defensa de ambos, personas dignas se veían encarceladas al hallarse en la zona roja española y haber podido escapar (en los primeros meses de la guerra) del horror, persecución y crimen… Por ello, la cárcel (por entonces) era morada de personas dignas que habían defendido las causas de Dios y de España, enarbolando sus santas y gloriosas banderas, siendo el sanctasanctórum de la patria y de la religión.