Aunque se manifiesta un contraste entre la moral cristiana y la islámica, se aprecia una cierta coincidencia: «cada uno en sus asuntos»; esto es, el peso moral, autorresponsable e intransferible de la pureza de alma de uno ante Alá y no ante los demás, meros espectadores del Dictamen Supremo. No hay pues intercesores en el juicio hombre‑Dios, sólo uno mismo con sus palabras, acciones y pensamientos. Así, en el Corán leemos:
«Lo bueno que te sucede viene de Alá. Lo malo que te sucede viene de ti mismo. Te hemos mandado a la Humanidad como Enviado. Alá basta como testigo». (Corán, Sura [cada una de las lecciones o capítulos en que se divide el Corán] IV, versículo 79).
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