Dice Olga Merino que, probablemente, La Regenta es la mejor obra de la narrativa española, después del Quijote. No hay en toda la literatura angustia más profunda, ni súplica más desesperada, que la soledad de la regenta bajo el cielo, lluvioso y murmurador, de la ciudad de Vetusta. Cuando Clarín puso el punto final a la novela, escribió a un amigo: «Acabo de escribir una obra de arte». No obstante, la obra tuvo una escasa acogida y, poco a poco, llegó a desanimarse hasta tal punto que, en los cuatro años siguientes, no fue capaz de escribir ni un solo cuento. Todos los escritores sueñan con un crítico sensible e inteligente, capaz de señalarles los errores, alguien que en los momentos difíciles les apoye y les marque el rumbo hacia la gloria, pero esa mano amiga no es fácil de encontrar.