
Regreso a esta ciudad, empujado por la guerra desencadenada en Europa, y me encuentro con Turina. A finales de ese mismo año, en el Teatro de la Zarzuela doy a conocer La vida breve, y comienzo una etapa de gran actividad.
Antiguos Alumnos de Magisterio SAFA (AAMSU)
Regreso a esta ciudad, empujado por la guerra desencadenada en Europa, y me encuentro con Turina. A finales de ese mismo año, en el Teatro de la Zarzuela doy a conocer La vida breve, y comienzo una etapa de gran actividad.
El chato Patrocinio Juárez era un desahijado que abandonaron encuerecido a las puertas del orfanato de Santa Florentina, en el distrito de Papaloapán. Por entonces, ni era chato ni tenía nombre visible. Sor Amapola lo encontró ya enmorecido del llanto y del frío, con las carnes suaves pero heladas.
Era aún muy de mañana, con la luz escasa de una luna pobre y alta en el cielo y un puño de estrellas desdibujadas, como si hubieran derramado sobre un mantel negro y opaco. Y fue allí mismo, en el zaguán enchinado del orfanato, tras el portón oscuro y atrancado de nuevo, donde lo volvió a la vida con el calor de su cuerpo, al resguardarlo dentro del hábito: carne con carne, pellejo con pellejo, corazón con corazón.