2, 4

16-05-2012.

Aquel septiembre fue muy seco. Solo cruzaron por el cielo, blanco durante el día y rojizo por la noche, escasas nubes desmadejadas que no dejaban ni una lágrima sucia. Aquellas noches, cuando el aire soplaba desde el otro lado del río, el pueblo se llenaba de las extrañas voces huecas de los muertos sin sepultura, los que se quedaron para siempre atrapados en el desierto, en puros huesos. Voces que se colaban por las rendijas y hacían estremecer los cuerpos y las almas de los hombres y las mujeres, y asustaban a los niños.

Continuar leyendo «2, 4»