Iglesia de Santa María del Alcázar y San Andrés: Cabezón In Memoriam (II): Antonio de Cabezón y su amistad con los músicos de Flandes.
Cual rayo de sol que periódicamente entraba por la gran ventana sur o de los pies de la Iglesia de San Andrés, así penetraba el sonido del órgano y del sacabuche, JORIS VERDIN y WIN BECU, respectivamente, en los oídos de los oyentes que se arremolinaban en el coro y medio-final del templo, imprimiendo una luz interior sonorizada que embargaba a los presentes.
Fue un viaje musical inolvidable, donde el ciego Antonio de Cabezón, entre otros y principalmente, por mor de estos dos dilectos instrumentistas flamencos que supieron importar de su tierra el saber entrañable de la corte imperial española del siglo XVI, hicieron que el frío de días anteriores fuese menos intenso, al menos eso me lo pareció a mí, mientras admiraba esta mezquita transformada en iglesia cristiana donde el sacabuche y el órgano formaron un tándem musical encomiable…
Auditorio de San Francisco: Memento mori. Caminos a la muerte en Flandes y Portugal. THE BRABANT ENSEMBLE. Stephen Rice, director.
Antes de empezar y durante el primer motete ya una nube, acompañada de relámpagos y truenos, nos estaba anunciando el momento de la Muerte, cual certera premonición del concierto que íbamos a escuchar… Con el debido recogimiento, este grupo musical nos iba a ofrecer, como primicia, su primera actuación en nuestro país: un estreno cadencioso y lánguido, de piedad y tristeza contenidas, con diez voces juveniles perfectamente conjuntadas y con su director a la cabeza, que incluso cantó ‑dirigiendo a su vez‑ el primer Motete en la segunda parte del concierto.
Concierto que antaño servía de preparación para la “otra vida”, donde se iba implorando al Sumo Hacedor perdón por los pecados cometidos, y en el que los relámpagos desde el oscuro cielo, y luego los truenos, sirvieron de respuesta y acuse de llegada a su destino gracias a los motetes y Misas tan bien cantadas… Afuera llovía con fuerza desatada, en réplica de los redondos sonidos que en el Auditorio de San Francisco se estaban produciendo, cadenciosamente. El alma de los presentes fue transportada a un estado superior que la mente aceptó gustosa…
Voces masculinas y femeninas, bien acopladas, produjeron un sonido redondo y un colorido musical fúnebre, sutil de escuchar cual oración al Altísimo. Todos quedaron plenamente reconfortados, como si estuviesen en las nubes, mientras diluviaba fuertemente en la Baeza encantada, donde Antonio Machado escribió versos inolvidables e imperecederos.
Los intérpretes vocales se habían ido colocando de distinta manera, según la pieza que ejecutar, con el fin de conseguir sonoridad y conjunción apropiadas. Al final, ofrecieron un bis, cual grácil regalo bajado del mismísimo cielo…
Úbeda: Auditorio del Hospital de Santiago. Ensemble Turicum. Luis Alves da Silva y Mathias Weibel, directores. Un nocturno portugués: los responsorios de Quinta-Feira Santa de José J. dos Santos (1780).
El Auditorio del Hospital de Santiago se ungió de responsorios portugueses, que clamaban al cielo por los pecados cometidos en esta vida, con un conjunto de seis instrumentistas y nueve vocalistas que llenaron la noche de plegarias y lamentos. Más parecía Semana Santa que anticipo del Día de la Inmaculada. Se intercalaron tocatas o motetes que le dieron un variopinto colorido dentro de la uniformidad del concierto.
El primer motete llegó desde el coro, proyectando sus voces hacia el altar… En la siguiente pieza, se bajaron al estrado y pudimos apreciar sus semblantes y atuendos, poniéndole rostro a cada intérprete. Después, se intercalaron responsorios cantados ‑“vitatorios” en lenguaje vulgar ubetense‑, con tocatas o motetes instrumentales conformando un buen concierto.
La noche transcurrió tranquila, sin lluvia, viento ni nubes de por medio, diametralmente opuesta, en lo climatológico, al día anterior en Baeza. El público fue escaso pero escogido, como la música que escuchamos. Se agradeció la traducción en español de los textos de este concierto que venía reflejada en el libro del festival, gentilmente regalado a todos los asistentes por Javier Marín López, Director del Festival.
Todo el concierto fue recurrente al padecimiento de Jesús y a la traición de Judas, intercalando piezas instrumentales cálidas que proporcionaron paz y sosiego a los asistentes que salieron con los nervios bien templados y con ganas de volar hacia lo Alto…
Se revivió una Semana Santa musical del siglo XVIII portugués. Al final, cantaron el motete Stabat mater, a cuatro voces, de José M. Nunes García, mientras las lágrimas del cielo, y de algunos de los presentes, se contuvieron a duras penas…
Iglesia de Santa María del Alcázar y San Andrés: RUI PAIVA. Música para órgano en el contexto europeo (II): Italia.
El frío y la humedad hicieron estragos en el público, que ese día fue más escaso que en los pasados, y eso que el tiempo había mejorado bastante; pero es que dentro de la iglesia hacía más frío que fuera…
Ese día me acomodé frente al órgano, en un sillón del coro con su gran espaldar y alto reposabrazos… Observé al organista ‑y a su señora, que le ayudaba a pasar las hojas de las partituras‑, admirando silenciosamente ese cruce de notas y melodías portuguesas, al modo italiano, que bien pueden pasar por españolas, pues entre los siglos XVI y XVIII, Iberia era una nación, musicalmente hablando. Comprendí que este instrumento fuera una orquesta con diferentes tonos y modos, donde la mano izquierda del organista dominaba y sujetaba la melodía…
El órgano restaurado de San Andrés está muy bien conservado. En esta temporada, hemos tenido la suerte de que hayan pasado por él diferentes y excelsos organistas para construirnos una bella estela musical de nuestro país vecino, tan cercano y al que tanto damos la espalda… En el público, había gente que cerraba los ojos para captar mejor ‑más adentro y profundamente‑ las piezas que se interpretaban, pues provocaban un arrobamiento interior y personal hacia lo más excelso…
Estábamos en un lugar litúrgico, con música profundamente sagrada y un espíritu sencillo y humilde, admirando el menú clásico que este buen órgano y su hábil organista nos sirvió gratuitamente y a manos llenas. ¡Qué poco se valora lo regalado y, sin embargo, cuánto valor y mensaje personal, cultural y musical tiene!
Al finalizar el concierto, y tras el insistente aplauso del público, llegó un bis: diferencias sobre una gaita, probablemente de autor español. Resultó muy festivo… Creímos, por momentos, estar en Galicia o en cualquier país celta, con todos sus alicientes al uso.