Lo que vio Cristóbal Colón, 4

20-09-2011.

Lunes, 15 de otubre

Avía temporejado esta noche con temor de no llegar a tierra a sorgir antes de la mañana, por no saber si la costa era limpia de baxas y, en amaneciendo, cargar velas. Y como la isla fuese más lexos de cinco leguas, antes será siete, y la marea me detuvo, sería mediodía cuando llegué a la dicha isla, y fallé que aquella haz, que es de la parte de la isla de Sant Salvador, se corre Norte Sur y an en ella 5 leguas, y la otra, que yo seguí, se corría Lestegüeste, y an en ella más de diez leguas. Y como d’esta isla vide otra mayor al Güeste, cargué las velas por andar todo aquel día fasta la noche, porque aun no pudiera aver andado al cabo del Güeste, a la cual puse nombre la isla de Sancta María de la Conçepçión; y cuasi al poner del Sol sorgí açerca del dicho cabo por saber si avía allí oro, porque estos que yo avía hecho tomar en la isla de San Salvador me dezían quetraían manillas de oro muy grandes a las piernas y a los braços.

 

 

 

 

Yo bien creí que todo lo que dezían era burla para se fugir. Con todo, mi voluntad era de no passar por ninguna isla de que no tomase possessión, puesto que, tomado de una, se puede dezir de todas. Y sorgí e estuve hasta oy martes (no hay error puesto que sucedió al día siguiente) que, en amaneçiendo fui a tierra, con las barcas armadas, y salí; y ellos, que eran muchos, así desnudos y de la misma condiçión de la otra isla de San Salvador, nos dexaron ir por la isla y nos davan lo que les pedía. Y porque el viento cargaba a la traviesa Sueste, no me quise detener y partí para la nao, y una almadía grande estava a bordo de la caravela Niña y uno de los hombres de la isla de San Salvador, que en ella era, se echó a la mar, y se fue en ella; y la noche de antes, a medio echado el otro y fue atrás la almadía, la cual fugió que jamás fue barca que la pudiese alcançar, puesto que le teníamos grande avante, con todo, dió en tierra y dexaron la almadía; y alguno de los de mi compañía salieron en tierra tras ellos, y todos fugeron como gallinas. Y la almadía que avían dexado la llevamos a bordo de la caravela Niña, adonde ya, de otro cabo, venía otra almadía pequeña con un hombre que venía a rescatar un ovillo de algodón; y se echaron algunos marineros a la mar, porque él no quería entrar en la caravela, y le tomaron.

Y yo, qu’estaba en la popa de la nao, que vide todo, envié por él y le di un bonete colorado y unas cuentas de vidrio verdes, pequeñas, que le puse al braço, y dos cascaveles que les puse en las orejas, y le mandé volver a su almadía, que también tenía en la barca, y le enbié a tierra. Y di luego la vela para ir a la otra isla grande que yo veía al Güeste, y mandé largar también la otra almadía que traía la caravela Niña por popa. Y vide después en tierra, al tiempo de la llegada del otro a quien yo avía dado las cosas susodichas y no le avía querido tomar el ovillo de algodón, puesto qu’él me lo quería dar, y todos los otros se llegaron a él, y tenían a gran maravilla, e bien le pareció que éramos buena gente, y que el otro que se avía fugido nos avía hecho algún daño y que por eso lo llevábamos. Y a esta razón usé esto con él, de le mandar alargar, y le di las dichas cosas, porque nos tuviesen en estima, porque otra vez, cuando Vuestras Altezas aquí tornen a enviar no hagan mala compañía; y todo lo que yo le di no valía cuatro maravedís.

Y así partí que serían las diez horas, con el viento Sueste, y tocava de Sur, para passar a estotra isla, la cual es grandíssima, y adonde todos estos hombres que yo traigo de la de San Salvador hazen señas que ay muy mucho oro, y que lo traen en los braços en manillas, y a las piernas, y a las orejas, y al nariz y al pescueço. Y avía, desta isla de Sancta María a esta otra, nueve leguas Leste Güeste, y se corre toda esta parte de la isla Norueste Sueste. Y se pareçe que bien avría en esta costa más de veintiocho leguas en esta faz. Y es muy llana, sin montaña alguna, así como aquella de Sant Salvador y de Sancta María, y todas playas sin roquedos, salvo que a todas ay algunas peñas acerca de tierra debaxo del agua, por donde es menester abrir el ojo cuando se quiere surgir e no surgir mucho acerca de tierra, aunque las aguas son siempre muy claras y se vee el fondo. Y desviado de tierra dos tiros de lombarda, ay en todas estas islas tanto fondo que no se puede llegar a él. Son estas islas muy verdes y muy fértiles y de aires muy dulçes, y puede aver muchas cosas que yo no sé, porque no me quiero detener por calar y andar muchas islas para fallar oro. Y pues éstas dan así estas señas, que lo traen a los braços y a las piernas, y es oro, porque les amostré algunos pedaços del que yo tengo, no puedo errar con el ayuda de Nuestro Señor, que yo no le falle adonde naçe.

(NOTA.- Aquí empieza el discurso sobre la intervención de la Providencia para que el Almirante pueda «encontrar dónde nace el oro»).

Y estando a medio golfo de estas dos islas, es de saber, de aquella de Sancta María y d’esta grande, a la cual pongo nombre La Fernandina, fallé un hombre solo en una almadía que se passava de la isla de Sancta María a La Fernandina, y traía un poco de su pan, que sería también como el puño y una calabaça de agua y un pedaço de tierra bermeja hecha en polvo y después amassada, y unas hojas secas que debe de ser cosa muy apreçiada entr’ellos, porque ya me truxeron en San Salvador d’ellas en presente; y traía un çestillo a su guisa en que tenía un ramalejo de cuentezillas de vidrio y dos blancas, por las cuales cognocí que él venía de la isla de Sant Salvador, y avía passado a aquella de Sancta María y se passaba a La Fernandina. El cual se llegó a la nao; yo le hize entrar, que así lo demandava él, y le hize poner su almadía en la nao y guardar todo lo que él traía; y le mandé dar de comer pan y miel y de beber. Y así le passaré a La Fernandina y le daré todo lo suyo, porque dé buenas nuevas de nos, por a Nuestro Señor aplaziendo, cuando Vuestras Altezas enbíen acá, que aquellos que vinieren resçiban honra y nos den de todo lo que oviere.

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