Lo que vio Cristóbal Colón, 3

17-09-2011.

Sábado, 13 de otubre

Luego que amaneció, vinieron a la playa muchos d’estos hombres, todos mançebos, como dicho tengo, y todos de buena estatura, gente muy fermosa; los cabellos no crespos salvo corredíos y gruessos, como sedas de cavallo, y todos de la frente y cabeça muy ancha, más que otra generación que fasta aquí haya visto; y los ojos muy fermosos y no pequeños; y ellos ninguno prieto, salvo de la color de los canarios, ni se debe esperar otra cosa, pues está Lestegüeste ‘línea de Poniente, para Colón’ con la isla del Fierro en Canaria, so una línea; las piernas muy derechas, todos a una mano, y no barriga, salvo muy bien hecha. Ellos vinieron a la nao con almadías, que son hechas del pie de un árbol, como un barco luengo, y todo de un pedaço, y labrado muy a maravilla según la tierra, y grandes, en que en algunos venían 40 y 45 hombres, y otras más pequeñas, fasta aver d’ellas en que venía un solo hombre. Remavan con una pala como de fornero, y anda a maravilla, y si se les trastorna, luego se echan todos a nadar y la endereçan y vazían con calabaças que traen ellos.

Traían ovillos de algodón filado y papagayos y azagayas y otras cositas que sería tedio de escrevir; y todo davan por cualquier cosa que se les diese. Y yo estava atento y trabajava de saber si avía oro. Y vide que algunos de ellos traían un pedaçuelo colgado en un agujero que tienen a la nariz. Y por señas pude entender que, yendo al Sur o bolviendo la Isla por el Sur, que estava allí un rey que tenía grandes vasos d’ello, y tenía muy mucho. Trabajé que fuesen allá, y después vide que no entendían en la ida. Determiné de aguardar fasta mañana en la tarde y después partir para el Sudueste ‑que muchos d’ellos me enseñaron dezían que avía tierra al Sur y al Sudueste y al Norueste; y qu’estas del Norueste les venían a combatir muchas veces‑, y así ir al Sudueste a buscar el oro y piedras preçiosas. Esta isla es bien grande y muy llana y de árboles muy verdes y muchas aguas y una laguna en medio muy grande, sin ninguna montaña, y toda ella verde, qu’es plazer de mirarla. Y esta gente farto mansa, y por la gana de aver de nuestras cosas, y temiendo que no se les a de dar sin que den algo y no lo tienen, toman lo que pueden y se echan luego a nadar, mas todo lo que tienen lo dan por cualquier cosa que les den, que fasta los pedaços de las escudillas y de las tazas de vidrio rotas los rescataban, fasta que vi dar 16 ovillos de algodón por tres çeotís de Portugal, que es una blanca de Castilla y en ellos avría más de una arrova de algodón filado. Esto defendiera y no dexara tomar a nadie, salvo que yo lo mandara tomar todo para Vuestras Altezas, si oviera en cantidad. Aquí naçe en esta isla, mas por el poco tiempo no pude dar así del todo fe. Y también aquí naçe el oro que traen colgado a la nariz, mas, por no perder tiempo, quiero ir a ver si puedo topar a la isla de Cipango. Agora como fue de noche todos se fueron a tierra con sus almadías.

Domingo, 14 de otubre

NOTA: Todas las ediciones consultadas leen «fue», en mi opinión erróneamente porque el relato de este día debuta en primera persona del singular del pretérito «mandé». Por otro lado, la solución «fui» del pretérito en primera persona en las formas verbales «ir a» o «ir en» sería, además de normal, la única en el resto del Diario en primera persona. Véanse los días 15, 17, 18, 19 y 21 de octubre.

 

En amaneciendo, mandé adereçar el batel de la nao y las barcas de las caravelas, y fui al luengo de la isla en el camino del Nornordeste, para ver la otra parte, que era de la parte del Leste, qué avía. Y también para ver las poblaçiones, y vide luego dos o tres, y la gente que venía todos a la playa llamándonos y dándonos gracias a Dios. Los unos nos traían agua, otros otras cosas de comer; otros, cuando veían que yo no curava de ir a tierra, se echaban a la mar nadando y venían, y entendíamos que nos preguntaban si éramos venidos del çielo. Y vino uno viejo en el batel dentro, y otros a voçes grandes llamavan todos, hombres a mugeres: «Venid a ver los hombres que vinieron del çielo, traedles de comer y beber». Vinieron muchos y muchas mugeres, cada uno con algo, dando gracias a Dios echándose al suelo, y levantaban las manos al çielo, y después a voçes nos llamavan que fuésemos a tierra, mas yo temía de ver una grande restinga ‘punta de piedra debajo del agua y a poca profundidad’ de piedras que çerca toda aquella isla alrededor y entremedias queda hondo y puerto para cuantas naos ay en toda la cristiandad, y la entrada d’ello muy angosta. Es verdad que dentro d’esta çintha ay algunas baxas, mas la mar no se mueve más dentro en un pozo. Y para ver todo esto me moví esta mañana, porque supiese dar de todo relación a Vuestras Altezas, y también adónde pudiera fazer fortaleza, y vi un pedaço de tierra que se haze como isla, aunque no lo es, en que avía seis casas, el cual se pudiera atajar en dos días por isla, aunque yo no veo ser neçessario, porque esta gente es muy simplice en armas, como verán Vuestras Altezas de siete que yo hize tomar para les llevar y deprender nuestra fabla y bolverlos, salvo Vuestras Altezas cuando mandaren puedenlos todos llevar a Castilla o tenellos en la misma isla captivos, porque con cincuenta hombres los tendrán todos sojuzgados, y les harán hazer todo lo que quisieren. Y después junto a la dicha Isleta están güertas de árboles, las más hermosas que yo vi, e tan verdes y con sus hojas como las de Castilla en el mes de abril y de mayo, y mucha agua. Yo miré todo aquel puerto y después me bolví a la nao y di la vela, y vide tantas islas que yo no sabría determinarme a cuál iría primero. Y aquellos hombres que yo tenía tomado, me dezían por señas que eran tantas y tantas que no avía número y anombraron por su nombre más de ciento. Por ende yo miré por la más grande y aquella determiné andar, y así hago, y será lexos d’esta de Sant Salvador cinco leguas; y las otras d’ellas más, d’ellas menos. Todas son muy llanas, sin montañas y muy fértiles y todas pobladas, y se hazen guerra la una a la otra, aunque estos son muy símpliçes y muy lindos cuerpos de hombres.

NOTA.- Tzvetan Todorov, afirma que «Colón, homme profondement pieux (il ne voyage jamais le dimanche) […]». (Ver Z. Todorov, La conquête de l’Amérique, Paris: Seuil, 1982). El lector puede comprobar que esta afirmación no es cierta, porque Colón navegaba también los domingos.

Deja una respuesta