“Los pinares de la sierra”, 164

Por Dionisio Rodríguez Mejías.

3.- Como gemelos de distinto sexo.

El viernes por la tarde, el primero en llegar al despacho fue Soriano. Todavía no eran las siete cuando entró en la oficina sin llamar y con cara de preocupación. Llevaba un traje azul marino con rayas blancas, muy finas, y una corbata de colores muy hortera; se había dejado crecer el pelo del cogote y tenía un aspecto heterogéneo, entre feriante de ganado y poeta pobretón. Estaba claro que había tomado unas copas de más, porque empezó a decirle que siempre le estaría agradecido, que nunca olvidaría su cordial acogida cuando llegó a Barcelona, que siempre se sintió tratado como un familiar, e incluso mucho mejor que de la familia, y que jamás olvidaría que gracias a él había conseguido todo lo que tenía. O sea, empalagosas monsergas de borrachín, que Paco cortó de raíz para preguntarle por lo que en realidad le interesaba.

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