“Los pinares de la sierra”, 136

Por Dionisio Rodríguez Mejías.

4.- Lo que le pasó a la Chony.

Era tanta la ilusión que tenía la mamá de Loli de ver a su hija como relaciones públicas, en Edén Park, que agradecieron de corazón las excepcionales facilidades de pago que les propuso aquel hombre tan educado; y, a las siete de la tarde del día siguiente, se presentaron en las oficinas con el dinero, locos de contentos. En primer lugar, Loli rellenó un impreso con sus datos personales, indicando el puesto de trabajo solicitado; y, a continuación, los papás entregaron los ahorros de toda una vida de esfuerzo y sacrificio, con la ilusión de que su hija formara parte de aquel selecto grupo de señoritas.

—¡Lo que no se haga por los hijos! ―decía la madre mientras, con mucho cuidado para no equivocarse, firmaba el impresionante paquete de letras que le pusieron junto al contrato—.

De regreso a casa, Loli y sus papás estaban tan contentos que, aunque el vendedor les había dicho que no comentaran la operación con nadie, aquella misma noche la mamá telefoneó a una cuñada para decirle que Loli tenía un magnífico puesto de trabajo en una importante empresa, dedicada a la venta de terrenos.

―Ojo, con esa gente ―le advirtió la cuñada, una solterona rancia y amargada, que siempre se ponía en lo peor―. La Chony, una vecina nuestra que trabajaba en la guardarropía de una discoteca, enredó a todo el barrio con el cuento de las parcelas, y ahora no se habla ni con la familia.

Sucedía, exactamente, lo que el señor Portela les había advertido ―pensó la madre―; que los envidiosos siempre critican los progresos de las personas que tienen ilusión en el futuro. Se echó a reír y contestó con natural orgullo.

―Pero esto es otra cosa. Aquí solo admiten a las hijas de peces gordos; o sea, médicos y gente así. ¿Me entiendes? Solo te digo que algunas hasta hablan inglés.

―Y, ¿tú le has dicho en qué trabaja tu marido?

―No; no me lo han preguntado.

―Bueno, bueno; ya veremos lo que ocurrirá cuando se enteren.

Diez días después, cuando La Caixa ya había abonado la primera letra reflejada en contrato, recibieron una carta con el membrete de Edén Park, citando a Loli para una entrevista relacionada con el puesto de trabajo solicitado. La recibió Martina Méler, aquella pelirroja, que siempre acompañaba al presidente en los actos oficiales, y vestía una minifalda muy justita, para lucir sus piernas espectaculares. Martina, que conocía a la perfección los objetivos que buscaban las chicas, y sabía cómo ilusionarlas, le empezó preguntando por sus sueños, por sus anhelos, por sus deseos. Luego le aseguró que la economía podía tener subidas y bajadas, pero que aquel negocio jamás entraría en crisis, sencillamente, porque la tierra era un bien escaso como el oro o el petróleo.

―Cada día hay más habitantes en el mundo, ¿de acuerdo? Pero la superficie del planeta no crece, sino que se mantiene inalterable. ¿Lo entiendes?

―Sí, señorita.

Le comentó después la importancia de trabajar en una empresa actual, con una plantilla de gente joven con la que no tardaría en relacionarse. Le habló de las cenas, de las fiestas de empresa, de los repartos de premios, de los incentivos, y del maravilloso futuro que se abría ante ella.

―También debo decirte que tienes que vestir con elegancia. Cómprate ropa nueva, zapatos de tacón y ve con frecuencia a la peluquería. En el mundo de los negocios, la imagen es la mejor tarjeta de visita. Y ahora háblame de ti. ¿Qué haces en la actualidad? ¿En qué has trabajado? En fin, dime por qué debo elegirte a ti, precisamente, de entre todas las chicas que vienen a diario a pedirme trabajo.

Se la quedó mirando, tragó saliva, se ajustó las gafitas y respondió tímidamente.

―Perdone, señorita; lo que me gustaría decirle, antes de que me ponga más nerviosa, es que siempre he sido una persona tímida. Me he sentido inferior a los demás por llevar gafas, por estar tan delgada y porque mi padre es funcionario de prisiones. En el colegio, me llamaban “cuatro ojos” y “carcelera”. Nadie sabe lo que yo he pasado por el trabajo de mi padre y por ser como soy.

―Bueno, bueno ―respondió Martina, cortando la conversación―; yo también tuve mis problemas en el instituto, por ser alta y pelirroja. A mí me llamaban “pelo paja” ¿Qué te parece? Imagínate lo que tuve que aguantar con el pelo y con las pajas. Tampoco tenía mucha seguridad en mí misma; pero, gracias a Edén Park, mi vida ha dado un salto hacia adelante y ahora me siento una triunfadora. Eso mismo espero de ti. ¿De acuerdo?

―Sí, señorita.

―Así me gusta; siempre positiva. Te espero mañana a las diez. Tienes que traer un par de bolígrafos, de esos sencillos, de la marca BIC. Empezarás escribiendo la dirección en las “cartas regalo” que enviamos por correo cada semana, comunicando a los titulares que les ha tocado una cámara fotográfica. Ya verás cómo te gustará. Cobrarás quince céntimos por cada sobre que escribas y, aunque dicho así no parece gran cosa, a final de mes ganarás un buen sueldo. Hay personas tristes y mal pensadas, que les van los malos rollos y las calamidades; pero si tú eres una persona dinámica y con ganas de comerte el mundo, llegarás muy lejos. A partir de ahora relaciónate, disfruta, sé feliz. Aquí conocerás a muchos chicos de tu edad, y ¿quién sabe? Donde menos se espera… Bienvenida a Edén Park. Hasta mañana, Loli.

roan82@gmail.com

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