Por Mariano Valcárcel González.
“Aborrece el delito, compadece al delincuente”, una frase repleta de intenciones, buenas intenciones, que se utiliza como mantra deseable y aplicable.
Desde que el mundo es mundo y se empezaron a codificar normas y leyes, con la intención primaria de regular la sociedad, y tal vez una segunda de penalizar las infracciones a las mismas, es evidente que ni las leyes son perfectas ni sacrosantas ni todo el mundo está dispuesto a acatarlas por las buenas.