“Los pinares de la sierra”, 129

Por Dionisio Rodríguez Mejías.

3.- Una acertada solución.

Un par de días más tarde, a las doce de la mañana, se presentó en la oficina un señor corpulento y musculoso, con aspecto de levantador de pesas y modales tranquilos, que preguntó por el presidente, y dijo llamarse Fidel Ezcurra. Lucía una melena de guerrero nibelungo, larga y canosa, y unos bigotazos que le colgaban a ambos lados de la boca, grande y pronunciada, como la de un bulldog. Según supimos luego, había sido un púgil de lucha libre, que llegó a Barcelona a mitad de los años cincuenta y actuaba en las matinales del Circo Price y en la barcelonesa plaza de Las Arenas, hasta que sufrió un duro golpe en la cabeza, quedó algo sonado y tuvo que pasar dos años en el psiquiátrico de San Boi de Llobregat, sometido a un tratamiento de antipsicóticos, electroshocks, manguerazos y camisas de fuerza.

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