Por Dionisio Rodríguez Mejías.
2.- Cena en Casa Darío y fiesta en Quilombo.
Cenamos en “Casa Darío”, en la calle Consejo de Ciento, entre Aribau y Enrique Granados. Como buen gallego, Darío era un modelo de trabajo, bondad, inteligencia y comprensión; hacía poco que se había casado con Manolita y sabía hasta donde llegaban nuestros escasos recursos económicos. Nunca trataba de ponernos en el compromiso de pagar una cuenta disparatada; al contrario, nos recomendaba platos sabrosos a muy buen precio, y al final nos obsequiaba con algún detalle por su cuenta. Aquella noche tomamos calamares a la romana, lacón con grelos, pulpo a la gallega y pimientos de piquillo. A las chicas les gustaba aquel restaurante, sobre todo por el postre: cañitas de Lugo, tarta de Santiago y una copita de vino de “Meus amores”, del que Darío nos dejaba la botella para que pudiéramos repetir más de una vez.