“Los pinares de la sierra”, 45

Por Dionisio Rodríguez Mejías.

4.- La Paloma, un salón de baile en la calle del Tigre.

Estábamos a finales de julio y Barcelona era una ciudad alegre y animada. Se había levantado un vientecillo fresco, procedente del mar, que jugueteaba con los vestidos de las muchachas y les hacía cogerse los vuelos de la falda en un gesto coqueto y femenino. Isidro y Ketty subieron delante y Graciela y yo ocupamos el asiento trasero de un descapotable de color plata. La Gran Vía hervía de jóvenes melenudos con pantalones acampanados y camisetas de manga corta. Había grandes colas en las puertas de los cines; las terrazas se veían muy concurridas y las discotecas atravesaban su mejor época. Entonces se vivía muy bien en Barcelona.

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