“Los pinares de la sierra”, 42

Por Dionisio Rodríguez Mejías.

VII

1.-El dulce sabor de la victoria.

Cuando llegamos con las cincuenta mil pesetas de la paga y señal, en el despacho solo estaba Paco ‑el jefe de ventas‑ y otros dos vendedores, que no tenían demasiada prisa por llegar a casa. Entregamos el dinero, me felicitaron efusivamente, y el señor Bueno dijo que ya sabía él que yo tenía madera de vendedor. Por primera vez, me sentí emocionado por las continuas muestras de admiración de los compañeros, aunque tenía muy claro que mi hazaña solo era fruto del azar. Pero los demás, como si se tratara de un acontecimiento excepcional, insistieron en que aquello había que celebrarlo.

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