Histeria

Por Mariano Valcárcel González.

Estamos instalados en la histeria.

Vivimos tiempos histéricos. Ya no se pondera nada, no se buscan los pros y los contras, no se compara nada ni se razona nada. Todo es grito, interpelación, monólogo disfrazado de diálogo o simplemente diálogo imposible, disfrazado de vocación democrática.

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“Los pinares de la sierra”, 76

Por Dionisio Rodríguez Mejías.

5.- Final feliz.

Traté de desvestirla de cintura para abajo, y en esta ocasión no me detuvo. Se puso en pie de espaldas a mí, solo con las medias y los zapatos de tacón. La besé en la espalda con entusiasmo, acaricié sus hombros, y empezó a retorcerse de placer. ¡Cuánta generosidad por su parte! Aquel era el momento que los dos llevábamos esperando desde que nos habíamos conocido. Me cogió la mano, se dio la vuelta y me besó con fuerza, echándome los brazos al cuello. Se sentó a mi lado, al borde de la cama; tan cerca, que sentía el calor de su cuerpo y me fascinaba el contacto de su piel.

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“Los pinares de la sierra”, 75

Por Dionisio Rodríguez Mejías.

4.- Una noche inolvidable.

El piso, tan animado casi siempre, a aquellas horas parecía deshabitado. Gracy cogió un vaso del mueble bar.

―¿Otro whisky?

―No sé, no sé. Te he dicho alguna vez que apenas bebo.

―Vamos, hombre, un día es un día. Le pondré mucho hielo. ¿De acuerdo?

―Como tú quieras, pero a medias. ¿Vale?

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“Los pinares de la sierra”, 74

Por Dionisio Rodríguez Mejías.

3.- Esperando el momento.

Hasta entonces, no me había planteado pasar con Gracy una noche entera; pero, a partir de entonces, la idea empezó a tomar cuerpo en mi interior y no podía pensar en otra cosa. Estaba decidido, y la ocasión se presentó el viernes siguiente, día catorce de diciembre. La llamé por la mañana y le dije que tenía ganas de verla.

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A un ciudadano o a una ciudadana, corrientes

Por Mariano Valcárcel González.

Estimado señor o señora:

Nos encontramos en el pantano, que se decía en la Revolución Francesa. O sea, en el grupo enorme de la masa ciudadana que ni está en “La Montaña” (con “la”), ni termina formando parte de la aristocracia. O sea, que usted y yo somos gentes del común, que no comunes, con nuestras similitudes y nuestras diferencias, que ello forma parte de la diversidad enriquecedora y no de la uniformidad embrutecedora. Y quienes quieran entender que entiendan, que no me voy a extender en exégesis.

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“Los pinares de la sierra”, 73

Por Dionisio Rodríguez Mejías.

2.- A solas con Gracy.

Tomamos unos sándwiches en una terraza de la Rambla de Cataluña y acompañamos a las chicas al Márisol Palace. Una vez en el piso, Gracy abrió el mueble bar y cogió una botella de JB.

―¿Con hielo o lo prefieres tal cual?

Como apenas había bebido whisky un par de veces, respondí con seguridad.

―Con hielo, por favor.

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“Los pinares de la sierra”, 72

Por Dionisio Rodríguez Mejías.

CAPÍTULO XII

1.- “Cabaret”.

Anoche, ponían “Cabaret” en el cine Coliseum de la Gran Vía. Paco estaba empeñado en que teníamos que ir a verla, porque en las carteleras se exhibía un gran póster de Liza Minelli, con unas mallas negras y zapatos de tacón, en una postura muy sensual. Tenía la pierna izquierda apoyada en el suelo, y la derecha subida sobre una silla, creando entre las dos un ángulo muy abierto, que examinábamos con la máxima curiosidad, hasta llegar a la parte más apetecible de la actriz; ese sitio atractivo y misterioso, donde se unían sus deliciosos muslos, redondos, torneados, perfectos. Aquel póster causaba estragos en nuestra imaginación.

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“Los pinares de la sierra”, 71

Por Dionisio Rodríguez Mejías.

6.- La guinda del pastel.

Sin dar crédito al acontecimiento que acababan de presenciar, el matrimonio no paraba de darle las gracias en voz baja, como si rezara una letanía. Mientras tanto, Velázquez procedía a despedirse del alcalde con la confianza y naturalidad con que se había desarrollado la conversación.

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“Los pinares de la sierra”, 70

Por Dionisio Rodríguez Mejías.

5.- El truco del teléfono.

Al día siguiente, a las seis de la tarde y en representación del señor Velázquez, Claudia se presentó en casa del bombero, para acompañarlos en taxi a la oficina a firmar el contrato. Manolo y su mujer se sorprendieron de que la señorita se tomara tantas molestias con ellos; no obstante, agradecieron el detalle, mucho más si cabe, porque después de pasar la noche en vela haciendo números y recortando gastos de aquí y de allá, habían llegado a la conclusión de que con un sueldo de bombero raso, no se podían pagar las casi tres mil pesetas mensuales a que se habían comprometido. Así se lo dijeron a Claudia; pero como en la finca habían firmado una opción de compra, era lógico que pasaran por las oficinas a deshacer la operación, tal y como les dijo la señorita. Además, que al señor Velázquez le habían caído muy simpáticos y tenía para ellos una noticia muy agradable.

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Problemas y pasiones, y 02

Por Jesús Ferrer Criado.

En los últimos sucesos de Cataluña, hemos visto cómo la pasión separatista ha arramblado con la legalidad nacional e incluso autonómica. Ha destruido la convivencia entre vecinos, amigos y familiares. Ha llenado la calle de una turba vociferante inmanejable que, en cualquier momento, puede ser violenta y ha dejado clara su falta de escrúpulos para utilizar en su beneficio niños y ancianos como escudos humanos frente a las fuerzas del orden.

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