Por Dionisio Rodríguez Mejías.
5.- Claves secretas.
Cuando terminábamos de comentar el precio y las condiciones de pago de las parcelas, y con la excusa de dejar sola a la familia para que cambiaran impresiones en privado, nos levantábamos de la mesa e íbamos a ver al señor Bueno, que estaba oculto en una salita junto a la entrada, y le informábamos ―en secreto― de la marcha de la operación. Ese era el momento para que nos diera las pautas que seguir, antes de pisar la urbanización. Yo pensaba que el jefe almorzaría lo mismo que nosotros, pero no era así. Cuando entré en el aquel camarín que hacía de comedor, el aroma de las “mongetes con botifarra y all i oli”, que se estaba despachando, te tiraba de espaldas. Esperé a que informara Miguel Ortega, cuyos clientes parecían muy interesados y, en su opinión, tenía una venta segura. El señor Bueno le dijo que terminara de matizar las condiciones de pago y que le llamara “por favor” nada más llegar a la finca. A continuación, informó Marc Arumí y cuando llegó mi turno le expliqué que el señor Recasens no me había dirigido la palabra en toda la mañana.