Por Salvador González González.
Como ya indiqué en el artículo del 7 de mayo (“¿Democracia real o imaginaria?”), la imposibilidad de conformar un gobierno, que entonces era factible, existían algunas posibles variables, de manera que ese gobierno podría haber sido de centro‑izquierda (pactaron PSOE y C’s; les faltó Podemos para ello o de Centro Derecha en minoría, con la abstención del PSOE; ninguna de las dos opciones prosperaron; el PP habló entonces de una gran coalición PP, C’s, PSOE), de lo que ni siquiera quisieron hablar los socialistas.
Hacer análisis y justificar determinadas posiciones es relativamente fácil y es lo que han venido diciendo los cuatro líderes de las principales formaciones políticas. La verdad rotunda es que, después de seis meses, fueron incapaces de pactar un determinado gobierno; con ello han cabreado a una inmensa multitud de ciudadanos, razón por lo que, de nuevo, hemos acudido a las urnas. Y, de nuevo, tenemos un resultado del pueblo. Éste ha hablado de la manera que lo ha hecho: este pueblo viejo es muy sabio y creo que ha dicho y ha hecho con su voto lo que le ha parecido mejor, pero creo que ha marcado unas líneas que seguir. Todo el que no quiera verlas es porque su visión es sesgada o interesada. Está claro que nos guste o no (y os puedo decir que, por lo que a mí respecta, no es santo de mi devoción), ha respaldado la opción de Mariano Rajoy, que después del chaparrón que ha caído sobre él, de temas de corrupción principalmente y pese a ello, el electorado ha dado un respaldo en votos y escaños a su figura: 137 diputados. Esa ha sido la voz del pueblo; me da igual que haya sido un voto del miedo o que el Brexit inglés haya podido influenciar en este resultado; la realidad incuestionable es la que es.
De otro lado, Pedro Sánchez ha vuelto a perder votos y diputados (85), pero su desastre electoral (peor resultado electoral del PSOE de todos los tiempos, dentro de la democracia) está un poco amortiguado, porque la temida superación por Podemos no se ha producido, pese a que así lo vaticinaban todos los analistas. Rivera ha bajado hasta 32 diputados, perdiendo 8, respecto a la vez anterior y Podemos, que se la fiaba muy eufórico, porque esperaba ser el referente de izquierda, se ha quedado vestido y sin novia. Las demás formaciones, prácticamente, quedan como estaban.
¿Qué va a pasar ahora? Recuerden que en ya mentado artículo, se hacía referencia a que en campaña electoral dijeran que es lo que iban a hacer cada uno para evitar de nuevo la paralización y falta de gobierno. La verdad es que no han aclarado mucho cuál era su posición, porque partían de supuestos que no se han verificado; lo cierto es que todos se han comprometido a evitar unas terceras elecciones, porque sería bochornoso, especialmente para la clase política, y porque nos llevaría de nuevo a una incertidumbre que en nada beneficiaría a nuestro país.
Conclusiones que saco de este resultado. El pueblo español ha dado a entender que los líderes deben ponerse de acuerdo para no solo conformar un gobierno, sino ‑y aquí está, un poco, la clave de todo‑ si la mayoría aboga por reformas en profundidad con modificaciones constitucionales de calado: sistema electoral más justo que evite como ahora que un diputado del PNV le salga a esta formación por unos cincuenta y tantos mil votos, mientras que a C’s le salen por noventa y tantos mil votos, por poner un ejemplo; esto no puede ni debe ser así, y una serie de medidas de entidad similares. Solo es posible articular, en este caso, un gobierno bajo Rajoy; fíjense que digo conscientemente esto, pues a este y no a otro es al que han premiado electoralmente; no hay otro epicentro gobernativo que él, no puede articularse otra alternativa, no hay aritmética parlamentaria para ello y la diferencia en escaños entre él y los siguientes es tal que sería una paradoja incoherente pretender alterar esta realidad. Claro que caben algunas combinaciones: volver a la Gran Coalición, que sigue erre que erre Rajoy (PP‑PSOE‑C’s), que de nuevo parece ser rechazada por el PSOE. O gobierno en minoría del PP, con apoyos coyunturales; sería un gobierno que tendría que sacar todo adelante a base de negociar y realizar transacciones en cada acto de su gobierno. Claro que el futurible, en política, es algo imprevisible; si se atasca la conformación de gobierno por ser el presidenciable el hoy en funciones, hago la pregunta del millón en este supuesto, que yo no contemplo prima facie. ¿Podría exigírsele a Rajoy que diera un paso atrás para que fuera otro u otra presidenciable, después de haber sido apoyado en más votos y más diputados que en las elecciones anteriores? Conteste cada cual a la misma.
¿No es esta la voluntad del pueblo soberano? ¿No caminamos hacia una segunda transición? Pues es necesario que se recupere el consenso y el denominador común que une a estos partidos; que este sea la base para sacar adelante las reformas que deben ser, por ello, acordadas y no impuestas, porque, entre otras cosas, no hay una mayoría que pueda hacerlo, necesita imprescindiblemente de pactos, de llegar a acuerdos. Si en otra época, y procediendo de una dictadura, fue posible articular esos acuerdos ‑véanse, por ejemplo, Los Pactos de la Moncloa‑, ¿cómo no va a ser posible en estos momentos? Y, además, es que el pueblo así lo ha manifestado, al establecer la correlación que ha surgido en esta contienda electoral. Así que, a diputados y senadores, a pactar es lo que les toca. Saquemos a este país de la parálisis política en que nos hemos establecido en estos meses y comencemos una nueva, llena de esperanza y acuerdos entre todos.