La felicidad de ser abuelo

Por Fernando Sánchez Resa.

En las postrimerías del año pasado, estando muy próxima la Navidad, recibimos en nuestra familia un verdadero regalo de Reyes Magos: tu ansiada presencia, Abel. Sentimientos y emociones se entrecruzaron en mi mente, cargados de un cariño y una emotividad especiales. Miedos y anhelos, acumulados durante todo el embarazo de tu madre, eclosionaron en el crucial momento de tu llegada: cómo serías, con qué carita te presentarías a nosotros, qué nos contarías con tu ingenua expresión cuando nos viésemos por primera vez…; en fin, todo ese revoltijo de esperanzas y desasosiegos que consiguieron hacernos llorar de alegría por tu feliz llegada a casa, a hacerte dueño y señor de los corazones de toda tu familia; y a tomar el mando emocional y sentimental absoluto, tocando las fibras más sensibles de todos, especialmente de este abuelo primerizo que, conforme va progresando en años, va haciéndose más sensible y emotivo, cual camino de regreso a la infancia; como me ocurrió cuando fui padre por partida doble. Gracias a ti, volveré a recorrer esa senda maravillosa de tu crianza y ese milagro de una nueva vida, observada por este abuelo al que se le cae la baba y le tiemblan las entretelas del alma al verte mirarnos tan fijamente, premiándonos con tus primeras sonrisas de niño mimado.

 

 

Ahora, lo que todos queremos es que crezcas sano y feliz. Ya lo estás consiguiendo, mamando desaforadamente de tu madre la savia que ella tan desinteresadamente te da. También queremos ir escalando contigo todas las etapas vitales que te quedan por transitar: infancia, adolescencia, juventud, madurez…, pues eres sangre de nuestra sangre y todo lo que te ocurra lo sentiremos como nuestro.

Me entran dudas, incertidumbres y temores… ¿Qué abuelo no suspira ante el futuro incierto que se le presenta a su nieto, a pesar de que estamos en una sociedad acomodada con casi todas las carencias y necesidades resueltas? Y más, cuando vemos que los muchos adelantos científicos y electrónicos coartan la verdadera libertad, esclavizándonos a todos, especialmente a los más jóvenes, que dejan de lado las formativas relaciones humanas, abrazándose a las nuevas tecnologías para espantar la soledad que todo ser humano lleva impresa desde su nacimiento.

En fin, Abel, te queremos tanto… Tu llegada a nuestra familia ha sido un auténtico revulsivo que, cual magia milagrosa, se repite en cada una de las familias de todo el mundo; por eso, deseo que esta felicidad, que como abuelo siento, sea fiel reflejo de la que tú goces todos los días de tu vida, haciendo siempre el bien allí por donde transites…

Úbeda, 30 de enero de 2016.

fernandosanchezresa@hotmail.com

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