Por Mariano Valcárcel González.
Como en el cuento de “El Príncipe feliz”, a veces, necesitarían los políticos una golondrina que les hiciese dos favores: uno, que les señalase la cruda realidad que los circunda; dos, que se atreviese a ayudarles en planear y ejecutar las soluciones a lo anterior. Pues parece ser que es un hecho común el que a los políticos, sobre todo cuando ejercen el poder, se les atora la sensibilidad y la mente y solo ven por su ciclópeo ojo lo que quieren o desean ver. Y lo que sus aduladores siervos les permiten. He visto, en programa televisivo, a dos de los más serviles del partido gobernante, supuestos periodistas objetivos, rasgarse las vestiduras, porque varios informes ponen en solfa la política social de sus queridísimos jefes.