Por Dionisio Rodríguez Mejías.
6.- Un imperdonable resbalón.
Seguía obsesionado ‑esa es la palabra‑ con marcharme aquella misma tarde. Sabía que hacía una de las bajezas más graves que un hombre puede cometer; pero, hasta las historias de los personajes ejemplares, tienen lamentables episodios de cobardía. Pronto acabaría aquella situación.