La Vía del Sureste – 29

Por Manuel Almagro Chinchilla.

Día 23 de julio, Talayuela – Cuacos de Yuste, 32,6 km.

En esta jornada nos colocamos en la histórica villa de Cuacos de Yuste y su Monasterio. Salimos de Talayuela a las cuatro de la madrugada, con una oscuridad absoluta. Los chasquidos de unos aspersores delataba el riego de unas inmensas llanuras de plantaciones de tabaco y pimentón. No se distinguían muy bien, pero unos perros estuvieron a punto de mordernos; ladraban como posesos. Pasamos el puente sobre el río Tiétar y cogimos la carretera Ex-­119. A medida que iba amaneciendo, se nos va despejando un paisaje indescriptiblemente bello. Se trataba de la Comarca de la Vera, donde los pueblos llevan tal apelativo. Paramos a desayunar en Jarandilla la consabida chocolatada con churros.

 

 

Eran las 9:30 de la mañana cuando reemprendimos la marcha por la Ex­-203, pasamos por Aldeanueva de la Vera y, finalmente, llegamos a Cuacos de Yuste a las 11:30. El calor aprieta sin piedad y nos refugiamos en un bar de los portalillos de la plaza, sentados en unos veladores de la puerta. Llega don Julio Acosta Pavón, el párroco, que ya nos advirtió que saldría a recibirnos. Después de los preceptivos y cordiales saludos y presentaciones, en medio de una charla amena y distendida, nos lleva a su casa; la de la parroquia, porque él vive en Jarandilla. Nueva, grande y fresca, de la que tomamos posesión, distribuimos los espacios y soltamos los macutos. Nos vamos a comer con don Julio a un restaurante: lentejas y relleno de calabacín.

A las ocho de la tarde, tenemos una misa concelebrada. Don Julio nos cuenta la interesante historia de la iglesia de Cuacos, construida sobre un antiguo palacio medieval. Nos enseña el pueblo, precioso, con las construcciones típicas del siglo XVI, con unas calles estrechas, desniveladas y con portalillos. Destaca la casa de Jeromín, sobrenombre por el que era conocido don Juan de Austria, hijo natural de Carlos I.

Decidimos quedarnos un día más, el 24 de julio, valorando el cansancio, el calor y la hospitalidad del párroco; además, así tendríamos tiempo de visitar el Monasterio de Yuste, donde falleció el emperador Carlos I de España y V del Sacro Imperio Romano Germánico. Sabíamos que no podíamos pernoctar allí, según carta que nos remitió en su día el padre guardián, fray Francisco de Andrés. El hermano portero nos enseñó el interior del Monasterio y nos puso el sello en las credenciales. Le dimos una medalla de la Virgen de Tíscar.

 

Por la noche, fuimos a tomar el fresco al bar de los portalillos de la plaza. Allí contactamos con Carlos Dancausse, técnico en Turismo Rural y con José Luis Sánchez Ocaña, guarda de la Confederación del Tajo. Ambos se mostraron muy interesados por la Vía del Sureste.

almagromanuel@gmail.com

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