«El poder de la oración»

Por Fernando Sánchez Resa.

Acabo de presenciar la representación que el grupo de teatro Maranatha de Úbeda ha hecho, por segunda noche consecutiva, en la iglesia ubetense de la Inmaculada Concepción de las Madres Carmelitas Descalzas, de la obra El poder de la oración, y he quedado prendado, como todo el público asistente…

Eran las seis de la tarde y ya había gente haciendo cola para coger buen sitio en la iglesia; y eso que la función empezaba a las siete… Tal era la expectación que había levantado, a pesar de que se entraba con invitación gratuita con el fin de controlar el aforo para que nadie quedase de pie y todo se hiciese lo más cómoda y sosegadamente. Incluso han debido repetir esta función hoy domingo, pues la única que (en principio) estaba programada era la del sábado; y, porque no había más fechas disponibles (ya que tienen apalabrada su presencia en otros conventos de Andalucía y Extremadura), pues en verdad que se hubiesen precisado varias representaciones más para que todo el público ubetense (que quisiese) pudiese disfrutar de esta impactante obra teatral…

Cuando todos entramos a la iglesia, ya estaba preparada para la representación; habiendo sido el mismo grupo Maranatha, compuesto de actores y familiares, los que la habían hecho, para luego, a su finalización, hacer la operación contraria: desmontarlo todo y dejar la iglesia como estaba al principio…

La historia que nos cuenta esta obra es sencilla pero impactante. Don Julián se ha vuelto incrédulo, tras el accidente que sufrieron su mujer y su hija, a manos de un borracho que conducía frenéticamente y las arrolló en la misma acera por donde iban. Y, tras criar a los otros dos hijos que le quedaron, una de ellos (Úrsula) ingresa de novicia en un convento de carmelitas descalzas, con la oposición e incomprensión de aquél, que recibirá finalmente, en primera persona, el regalo de la oración de su clausurada hija, que le sanará cuerpo y alma…

El autor y director, Ramón Molina Navarrete, con la facilidad y seguridad que le caracteriza, ha escrito esta nueva obra religiosa, en un solo acto, dando cabida a todos los personajes necesarios (monja portera, don Julián, priora, novicia, Teresa de Jesús y Juan de la Cruz) para conseguir una pieza redonda, educativa, reivindicativa de la fe católica, pedagógica, tierna y, a su vez, impactante… Todo ello, aureolado de un aceptable sonido (a pesar de que la iglesia no reúne buenas condiciones acústicas), una luminotecnia bien estudiada, una selección musical exquisita y un diseño gráfico excepcional; todo ello, de la mano de Blas López Sevilla…

A pesar de todo (la mala acústica, el escenario reducido, el lugar teatral menos apropiado…), el cuadro escénico ha estado más que a la altura del momento: representar la exaltación de la vida carmelitana descalza focalizada en una joven novicia, ante un atento y entusiasta público que ha interrumpido varias veces la representación para premiar, con largas y fuertes ovaciones, a los distintos actores y a sus destacadas actuaciones; y, sobre todo, siendo testigos fieles de lo que allí se representaba, pues es que también estaba presente toda la comunidad de postulantes, novicias monjas y su priora, a la cabeza, que se han sentido más que protagonistas de esta obra mística, donde su autor ha sabido conjugar textos propios, en prosa y verso, como de los dos invitados de excepción de esta noche: Teresa de Jesús y Juan de la Cruz; todo ello con motivo del quinto centenario del nacimiento de la santa de Ávila…

He visto saltárseles las lágrimas a bastantes espectadores, que han sentido, como si fuese suya, la problemática que se desarrollaba en el altar mayor… Por eso, me siento en la obligación (que también es un honor) de felicitar: en primer lugar, a toda la comunidad femenina carmelitana, con su dinámica y valiente priora a la cabeza, por tener la suerte de vivir (tan intensa, docta y santamente) el quinto aniversario en que nació su santa fundadora, con una obra teatral de este calibre, que ha puesto a todo el público la emoción y el sentimiento a flor de piel, pues su interesante y actualísima historia ha calado en los corazones y en las inteligencias de los allí presentes; y, en segundo lugar, dar la enhorabuena más efusiva, como lo hizo a su término mucha gente, al cuadro de actores y actrices (por orden de intervención: Lola Cobo Pérez, Ramón Molina Navarrete, Juani Hurtado Narváez, Úrsula Plaza Astasio, Isabel Valenzuela Pérez y Jesús Sánchez Poveda), que tan bien han sabido plasmar ese espíritu carmelitano, como decía Ramón en las palabras de presentación de la obra: «Tan exento de poder social y político actual, aunque con el poder de la oración, que es inmenso…».

Toda la obra ha sido un canto contrastado entre el ateísmo y el descreimiento del padre de la novia (don Julián) con la dulzura y bondad, tan apropiada, de su angelical hija (la Novicia), fabulosamente interpretada por una bella muchacha (Úrsula Plaza Astasio) que, además de saberse su papel en prosa y verso, nos regaló la canción “Nada te turbe”, con música de J. Berthier, teniendo como ayuda la presencia mística de los dos santos carmelitanos reformadores… Todos los personajes han estado geniales, aunque se hayan lucido más los cuatro principales: don Julián, la Novicia, Teresa de Jesús y Juan de la Cruz.

Ramón explicó, al principio y al final de la representación, el porqué de esta representación y el valor que ha tenido para las monjas, que serán las benefactoras de los donativos que a la salida, efusivamente, fue depositando la libérrima voluntad de los asistentes, en la bandeja colocada en el zaguán de la iglesia.

En verdad que no es una obra que tenga mucho predicamento en la selva humana que tenemos montada en nuestra sociedad actual, pero todo el que haya tenido la suerte de verla habrá quedado ensartado en la flecha amorosa que el cuadro de actores de Maranatha Úbeda, desde su carcaj, han sabido lanzar (tan certeramente) a los corazones de todos los asistentes, con harta maestría y mucho amor, ya que no han hecho más que escenificar lo que diaria y silenciosamente vive y siente este grupo de monjitas, aparentemente tan apartadas del mundo, que, como seres humanos, tienen sus alegrías, tentaciones y debilidades, pero que lo han fiado todo, de por vida, al Dios en quien creen y por el que viven y mueren…

Es lo que vino a decir, finalmente, la priora actual del convento con su emocionado parlamento escrito a mano, pues tuvo palabras de agradecimiento para todos los presentes, especialmente para el grupo de actores y, en particular, para Ramón Molina Navarrete por haber sido inspirado por el Espíritu Santo para que escribiese esta perfecta obra teatral, en las que las retrata tan fiel y cariñosamente…

Úbeda, 19 de octubre de 2014.

fsresa@gmail.com

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