Por Dionisio Rodríguez Mejías.
2.- Una Facultad en pie de guerra.
Llegué a la Plaza de la Universidad poco antes de las cuatro de la tarde con la ilusión de asistir a mi primera clase. En la acera, delante de la entrada, encontré a media docena de coches de antidisturbios y dos parejas de policías a caballo. Por los pasillos no se veía un alma. Aquello parecía un cementerio. Las paredes estaban llenas de pintadas subversivas: «¡Opus no!», «¡Franco asesino!»; y una muy grande que decía: «¡Poder obrero y estudiantil!». En el bar encontré a tres muchachos acodados en la barra, tomando café y hablando en voz baja. Les di las buenas tardes, me puse junto a ellos y pedí un pepito de lomo y una cerveza.