Comenzamos con puntualidad inglesa (y con toque femenino); pues hoy venimos a disfrutar de las explicaciones que nos va a dar Rosa María López Ruz (historiadora del arte y profesora del IES Los Cerros) sobre el Palacio Juan Vázquez de Molina… Por fin, encontramos a una mujer al mando de estos Paseos por Úbeda y sus contornos. Argumenta que no podremos ver el citado monumento, donde se encuentra ubicado el actual ayuntamiento desde 1874, por las medidas de seguridad tomadas ante el robo de las monedas de oro que se ha producido; por lo que nos han abierto solamente ‑y de favor‑ la puerta norte de este Palacio de Las Cadenas, que hoy, tan ansiosamente, hemos venido a visitar… No podremos salir por la puerta sur ni tener acceso a las demás dependencias de la segunda planta, ni del archivo. ¡Vaya fiasco…! Con las ganas que teníamos todos los asistentes de visitar estas dependencias… El robo de las monedas de oro en el ayuntamiento me recuerda el tema de la crisis: que unos la han provocado y otros muchos ‑y diferentes‑ la padecemos y pagamos…
En el patio renacentista, Rosa María nos habla de Juan Vázquez de Molina, que pasa por ser sobrino de Francisco de los Cobos, pero que en realidad no lo era; y que construyó este palacio en 1562, aunque estudios recientes apuntan que se empezó en 1540 y que se fue terminando a lo largo de las décadas 50 y 60 de ese siglo. Lo hizo para ser su residencia oficial; pero nunca llegó a habitarlo. Como en sus primeras nupcias no tuvo descendencia, se le anuló el matrimonio ‑¡no tuvo que ir a Rota, como ahora, para que se lo anulase…!‑. En segundas nupcias, se casó con Luisa Garrido de Mendoza y, como tampoco tuvo descendencia, al final, lo donaron a las monjas dominicas (quienes fundaron el Convento de la Madre de Dios o de Las Cadenas), en 1562, con la reserva de unas habitaciones para sus sucesores y patronos del convento…
Ahora nos dirigimos a la escalera del zaguán, desde donde nuestra guía cuenta detalles históricos y arquitectónicos (comprobamos que está todo cerrado y oscuro, por lo que sólo nos quedamos con sus explicaciones): «Al no ser ya palacio, las monjas cambiarían esta parte del edificio en nave única, con coro y sala capitular; cuyas pinturas y demás no podremos avistar…». ¡Cuánta envidia y disgusto pasamos…! (Y eso que hemos acudido bastante gente a esta cita sabatina). Al preguntarnos, López Ruz, quién sería el autor, nadie lo duda: las trazas y/o huellas de Vandelvira están presentes; aunque nos comunicaque el contrato arquitectónico no se ha encontrado aún…
Después, volvemos al patio para dar una fugaz explicación histórica del arte que contiene: posee escudos de las familias de los Cobos y de los Molinas; y los explica, aunque argumentando que hay poco tiempo (¡siempre la prisa como esclavitud de nuestro tiempo…!).
El patio es cuadrado, con cinco columnas de mármol de Génova por cada lado y de capitel corintio. La parte superior ‑o primera planta‑ presenta mucha geometría del Renacimiento: la clave del arco con sus ménsulas; y en las galerías laterales sus bóvedas de arista (como solución original), pues hasta entonces se cubrían con algo plano; pero, en este edificio, se colocan bóvedas, produciéndose las descargas en los arcos laterales ciegos (una original solución que, hasta entonces, no se había visto ni experimentado).
Es digno de destacar: su piedra caliza; la fuente pétrea y marmórea de la que mana cantarina agua, produciendo un remanso de paz…; la mezcla de patio renacentista con tinte andaluz y romano; y la heráldica; conformando típicamente un patio del Renacimiento (“que mira al Sur”, como reza el famoso eslogan publicitario de Úbeda).
No podremos visitar la sala capitular ni el archivo, con bóveda de artesonado mudéjar… Pasaremos sin verlo, aunque algunos nos lo imaginamos por las muchas veces que hemos subido: para consultar libros; asistir a conciertos; o para hacer visitas turísticas con nuestros alumnos, en la inmensidad de todo el largo del edificio… Nos perderemos, al fin, sus fabulosas vistas, tanto de la originalísima plaza como de los alrededores de Úbeda, en su zona sur… Desde allí, se ven, en lontananza, los fértiles olivares y campos, juntamente con las diferentes veredas o vericuetos que dibujan un idílico panorama, que ya divisarían muchos de nuestros antepasados, contemplándolo con serenidad y añoranza, en otros tiempos mejores para nuestra ciudad… Siendo, hoy, Patrimonio de la Humanidad, no acabamos de entender cómo y por qué circulan multitud de coches o vehículos rodados por las diferentes arterias de este Paseo Bajo… ¿Cuándo aprenderemos de otras ciudades Patrimonio de la Humanidad (Cáceres, Segovia…), que ya han resuelto este tema; y quitaremos el dañino tráfico rodado entre los monumentos más emblemáticos de nuestra ciudad…? ¿Cuándo llegará la valiente corporación municipal que haga lo que ya se debió de hacer, tiempo ha…?
Ahora nos explica el Convento de las Madres Dominicas (de 1562); que empezaron a usar y rectificar las monjas; aunque dejasen ciertas habitaciones para su mujer, Luisa Garrido, que nunca llegaría a ocupar; y después vendría la desamortización de la Iglesia, con lo que todo se perdió… Rememora la Leyenda de la monja varón: al descubrirse su auténtico sexo es expulsada del convento por ser hombre, sin ella saberlo; a pesar de ser buena y honrada; muriendo, al poco tiempo, no se sabe bien si de pena o de hambre…
Hacemos una parada, en la señorial escalera, donde todos los asistentes nos desparramamos como si fuésemos agua… Debido a la lejanía y dispersión, no se oye bien la explicación de la joven guía… Recuerda las medidas de seguridad por el robo; y que, por desgracia, hoy padecemos nosotros –absurdamente‑, impidiéndonos disfrutar con la contemplación de las dependencias más importantes de este palacio…
Los dos cuadros que hay en las escaleras pertenecen a Sancho IV y D. Pelayo; y son de la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando. Nos comenta que no se sabe quiénes son sus autores; y que en el resto del edificio hay más cuadros que les ocurre, a casi todos, lo mismo (algunos son copias…); y que también alberga un mobiliario interesante…
Vamos demasiado rápido en la visita ‑¡como la vida misma!‑; y, por eso, salimos a la plaza de arriba o de los Caídos, hoy bautizada «del Ayuntamiento». El tema es su portada: que se abrió en los años 40 del siglo XX. Y que, en esta hermosa plaza, hoy pública y arbolada, estaba ubicada la huerta del convento de las dominicas; y que, luego, llegaría la desamortización del siglo XIX (Mendizábal 1936…), por la que se incautaron bienes muebles e inmuebles civiles y religiosos… Por eso, su monjil huerto se convertiría en plaza pública.
Su fachada norte no es tan importante como la sur o principal, que da a la plaza Vázquez de Molina, frente a la iglesia de Santa María, sino que es una copia de una casa romana de Vitrubio…
Ahora, bajamos al Paseo Bajo, que es donde está la portada más señorial… La amable guía nos revela (ante la charla del público y el tener que repetir o hablar más fuerte…) que está acostumbrada, porque es profesora de la ESO…
La fachada principal se construye en 1540 (copia del renacimiento de Florencia), pero con ciertas particularidades: con tres cuerpos y siete calles, que van disminuyendo imperceptiblemente… Nos habla de su distribución y entrada adintelada, con frontón y heráldica de los Molinas. Separan sus calles, pilastras de distinto estilo: corintio en el primer piso; jónico en el segundo (con ventanas con frontón triangular); y con cariátides (estatua de mujer con traje talar, que hace oficio de columna o pilastra) y telamones o atlantes (estatua de hombre que, en lugar de columnas, se ponen en el orden atlántico, y sustentan sobre sus hombros o cabeza los arquitrabes de las obras) en el tercero (muy del gusto de la época centroeuropea, con ventanales de “ojo de buey” concatenados). Aunque en Tomás de Vitrubio son tres calles, se le añaden más; y Vandelvira invierte los tres órdenes clásicos en las columnas, acabando el edificio con una cornisa volada, con dos linternas encima de los extremos del tejado, para dar más esbeltez al edificio; aunque se pensó, equivocadamente, que aquéllas estuviesen colocadas como contrapeso a la cornisa…
Las plantas son distintas. En la de en medio, hay pintadas o vítores (letrero escrito directamente sobre una pared, en aplauso de una persona por alguna hazaña, acción o promoción gloriosa),poniendo su colorido en la fachada, pues tenían por costumbre hacerlas los estudiantes, cuando acababan sus estudios en la universidad; pero como en 1840 la Ley Moyano las prohíbe, y ya no se pueden hacer en las universidades, por eso ‑se cree‑ que los vítores de esta fachada fueron ejecutados por estudiantes de la Universidad de Baeza. También se ve una pintada franquista de 1973 (con números romanos). Algunos visitantes apuntan que las pintadas que hay en la primera planta de la fachada, junto a los balcones, pudiesen ser del monasterio…
Uno de los asistentes ve entrar al archivero, camino del Archivo Municipal; y parece avecinarse un amago de amotinamiento, que no llega a producirse, por esa característica tibieza que nos caracteriza a la mayoría de los ubetenses, a la hora de protestar y/o pedir lo que nos corresponde (¡así nos va…!). Recuerdo, en estos momentos, otro botón de muestra: cómo se llevaron la Academia de la Guardia Civil, y nada pasó…
Un niño hace una pregunta de Perogrullo a Rosa María: «¿Por qué se le llama Palacio de las Cadenas?». Y ella lo explica sencillamente: «Cuando se cambiaron las monjas, Juan Vázquez de Molina cede el edificio al ayuntamiento, que lo cerca con pilares y cadenas para resguardarlo mejor…».
En este preciso momento, suenan unas delicadas campanadas, procedentes de la cercana Santa María (que, aunque cerrada ahora mismo, se abrirá poco después para que se celebre una boda; por eso, vemos a tanta gente emperifollada). Llama nuestra atención su dulce tañido musical, sumamente tierno. Es la pequeña campana que expande un sonido argénteo (de plata) que no pasa desapercibido para nadie…
De entre el público, una persona pide a la guía ‑y a su organización cultural‑ haga algo para que las palomas no descompongan los edificios ubetenses; y se lamenta de que ningún gobierno municipal se haya preocupado ‑en firme‑ de mandar a estas aves de rapiña ‑como equivocado símbolo de la paz…‑ al garete… Otra, sugiere que se llame a Granero (el halconero ubetense que anda limpiando aves de cierto aeropuerto) para que venga a su ciudad, a hacer lo propio; pues las palomas provocan un inmenso daño a los edificios ubetenses… Otros asistentes se hacen preguntas y elucubraciones de la fachada y del edifico, que quedan flotando en el aire…
Ahora, Rosa María nos explica la inigualable plaza que tenemos a la vista: «Es del siglo XV, cuando el Alcázar fue destruido o demolido por el enfrentamiento de las dos familias nobles más influyentes en Úbeda; siendo la iglesia de El Salvador su eje vertebrador…; siguiéndole el Palacio del Deán Ortega (actual Parador de Turismo); el Palacio y la Torre del Marqués de Mancera (siglo XVI), adonde estuvieron las Siervas de María…». Nos habla de la portada de la Casa del Regidor “Luis de Medina” (sita, anteriormente, en la Plaza de San Lorenzo); y que fue trasladada a este lugar con el fin de dar cobertura total a esta renacentista y genuina plaza…
Alrededor nuestro pululan turistas con otros guías que, no obstante, tienen el mismo objetivo: conocer Úbeda y llevarse su historia y sus postales o fotos ‑física y/o mentalmente‑ en su perecedera memoria humana…
También se especula que Esteban Jamete vivía en Úbeda, cuando se construye este Palacio de Vázquez de Molina; y pudiera ser que la figura antropomorfa de la fachada fuese suya, o de alguno de sus discípulos…
Ahora se refiere al edificio de los Juzgados (Cárcel del Obispo, siglos XV-XX), donde se encontró una necrópolis argárica; mientras algunos pensamos la desafortunada restauración acometida en ellos, que incluso fue premiada… ¡Vivir para ver…! Comenta, también, el antiguo Pósito, sede actual de las dependencias de la Policía Nacional.
Le hacen alguna pregunta más, dejando ella claro que lo más antiguo es el Alcázar; sale a colación la actual calle del Prior Monteagudo, conocida vulgarmente por Arroyo de Santa María, y que antaño fue realmente arroyo… También se comenta el Palacio de los Orozco, semisepultado hasta hace poco tiempo, en el que se han hecho estudios arqueológicos de calado, que han reavivado su dimensionalidad y trazado…
El bullicio y animación que observo, en esta mañana sabatina, mucho me recuerda a la Plaza de la Croche (Cruz) de Florencia, en el último viaje que hice a Italia; cuando siendo las tres de la tarde (de un tórrido mes de agosto), estaba pululante de gente, ansiosa de empaparse de su historia y arte…
Son las doce y media cuando la visita ha finalizado; y como la gente ve que es temprano para la copichuela, quiere seguir charlando, para hacer tiempo y divertirse con el prójimo… Observo que casi nadie quiere marcharse; también, porque hemos quedado un tanto insatisfechos: pues veníamos a ver el edifico y sus dependencias principales, y sólo nos llevamos doctas explicaciones…
Nos comunican la posibilidad de que el sábado próximo tengamos la suerte de tener a Antonio Almagro García como guía y especialista de lujo, para que nos enseñe la iglesia de Santa María de los Reales Alcázares, antigua colegiata, y todos los entresijos de su historia; juntamente con los destrozos que se han llevado a cabo en la última restauración… No obstante, será mejor cerciorarse, consultando por internet la información que “Úbeda por la cultura”ofrece…
Si empezamos la visita con el tiempo encapotado, la hemos terminado con un sol de justicia que achicharra las cabezas de todos los asistentes…
Úbeda, 26 de mayo de 2013.