El jardín de las últimas rosas

Cuando en la luz se pierde

la mirada

y el aire se desviste,

y en la alberca verdosa

hunde primero el pie,

luego la espada de su cuerpo

y, al final, su cabellera,

este jardín,

un tanto descuidado,

es la memoria exacta

‑o inexacta‑ de otro jardín

bordado en un mantel

con botellas de vino rojo

y membrillos de octubre.

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