17. Sacrilegios y profanaciones

El domingo, 26 de julio, fue otro día tristemente inolvidable para nosotros, pues, desde muy temprano, nos iban llegando noticias alarmantes: asalto de iglesias para saquear, robar, destruir y quemar todo lo que se encerraba en ellas. La turba, con su furor satánico fue asaltándolas; robando y destruyendo toda clase de imágenes, enseres, ornamentos sagrados y ropa de iglesia y sacristía; haciendo una hoguera en sus puertas… Por eso se perdieron para siempre obras de arte únicas, de valor incalculable: el San Juanito de Miguel Ángel (en El Salvador); El Jesús de la Caída de Montañés (en nuestra iglesia de San Miguel); y otras valiosísimas imágenes de otras iglesias.

Esta obra de destrucción preconcebida se fue haciendo desde muy temprano y parsimoniosamente, iglesia por iglesia, hasta que llegaron a la más cercana de donde nos encontrábamos, cerca del mediodía. Tenían en proyecto seguir hasta la iglesia del hospital, adonde estábamos nosotros, para quemarnos vivos, juntamente con las imágenes y ornamentos… Aunque estuvimos esperando a la chusma, parece que intervino una persona sensata, por lo que dejaron el asalto para la tarde y la gente se fue a comer a sus casas. Nosotros apenas pudimos probar bocado, pues no teníamos ánimos ni fuerzas para ello. Los nervios de la mañana y las noticias de que caeríamos todos nos abatieron, a pesar de los ánimos que querían infundirnos las hermanitas: la impresión, el temor y la preocupación se apoderaron de todos nosotros.

Esperando el asalto de la tarde, que no llegaba, se filtró un rumor: serían las mujeres quienes lo llevarían a cabo, haciendo algo más que los hombres por la mañana… Por eso, pasamos la tarde temerosos de que apareciesen esas furias. Entonces, parece que intervino la autoridad, que no permitió violencia en el hospital; por lo que nos quedamos tranquilos hasta que se cerraron las puertas, a las diez de la noche. Pensamos: «Un día más de vida…».

¡Qué día más horrendo, sacrílego y feroz! ¡Cuántos sacrilegios, saqueos y robos…! ¡Cuántas profanaciones y sacrilegios cometidos en las benditas imágenes del Señor y de la Virgen, nuestra Madre! Parecíase que las puertas del infierno se hubiesen abierto en Úbeda… No sé cómo, éste no se tragó a los profanadores de vuestra santa religión y a los blasfemadores de vuestro sacrosanto nombre y de la honra de vuestra Madre… ¿Cómo lo permitisteis? Mas, ¡ay, Señor, Señor!, parecía que todavía estuvieseis en la cruz, clamando a vuestro Padre: «Perdónalos, que no saben lo que hacen».

Úbeda, 21 de enero de 2013.

fernandosanchezresa@hotmail.com

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