Me acostumbro, casi a diario, a pasear un ratito por entre las callejas de la adormecida y cada vez más sumida en el letargo ‑no metafórico‑ de los siglos, de esta Úbeda en que vivimos. Por entre ellas, voy rumiando mis ideas, mis datos, mis vivencias de la actualidad personal, local o de cualquier lugar o tema que ocupa, en esos momentos, mi machacado cerebro.
Las sombras o el sol repentino que deslumbra de improviso, dejándote desvalido, o que te calienta cuando sales de las humedades que se transfieren desde los muros de las casonas seculares, me van acompañando por estos tránsitos. Debo salir de mi interior, a veces, porque el pavimento no se encuentra en las mejores condiciones, variando demasiadas veces en textura, calidad y aplicación…, y tropiezo.