15. Guardia roja

A partir de entonces, los días se volvieron cada vez más tristes. ¡Cuántas amenazas, crueldades y vejaciones recibimos…! Nos pusieron un guardia con severísimas órdenes que no se recataban en dar aparte, sino de viva voz y delante de nosotros para que nos enterásemos y cogiésemos temor. Una mañana, un guardia municipal indicó al miliciano de guardia que todos nosotros estábamos detenidos (lo cual era falso), dándole la siguiente orden: «Que no se mueva ninguno y, si alguno lo hace, dale un tiro bien dado».

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