Jaque mate al diálogo en dos “nivolas” de Unamuno, 01

Antes de empezar este análisis, quizá sea conveniente aclarar algunos aspectos del título porque, aunque no sea nada críptico, puede parecer un tanto lúdico, cuando no provocador.

Lo lúdico en «Jaque mate» se refiere, sencillamente, a que me voy a ocupar de un par de textos dialogados que se encuentran en dos narraciones y que tienen lugar durante sendas partidas de ajedrez. Es decir, en dos situaciones paradógicas, ya que, como dice Unamuno, el ajedrez es «Un juego solitario de dos en compañía» o, lo que es casi lo mismo, «Una conversación de dos en silencio».

Por lo que concierne a la ‘provocación’, quizás se pueda encontrar en ese “jaque mate al diálogo” ya que, diciéndolo en términos ajedrecísticos, se podría pensar que pretendo el arrinconamiento y eliminación del rey‑diálogo, objeto central de la técnica narrativa de Unamuno.

Con «mate al diálogo», aludo a la dificultad (o casi imposibilidad) de que en una partida de ajedrez se pueda desarrollar un intercambio conversacional, porque en dicho juego concurren criterios que no favorecen el coloquio. El ajedrez, en efecto, exige concentración y silencio; es un juego eminentemente “cerebral” que no permite distracción alguna.

Finalmente, en cuanto a las «dos nivolas de Unamuno», quizás sea esta una precisión perfectamente superflua, por cuanto es de sobra conocido que en la narrativa del bilbaíno, sólo en dos de sus novelas, Niebla (1914) y en La novela de don Sandalio, jugador de ajedrez (1930) se dan situaciones en las que tiene lugar ese «juego solitario de dos en compañía», como he dicho que el escritor denominaba al ajedrez.

Y es precisamente en Niebla y durante un diálogo entre el protagonista Augusto Pérez y su amigo Víctor Goti, donde Unamuno utiliza por primera vez el concepto narrativo nivola. Recordemos el diálogo:

«—Pero ¿te has metido a escribir una novela? —dice Augusto—.

—¿Y qué quieres que hiciese?

—¿Y cuál es su argumento, si se puede saber?

—Mi novela no tiene argumento; o, mejor dicho, será el que vaya saliendo. El argumento se hace él solo.

—¿Y cómo es eso?

[…]

—No sé. Ello irá saliendo. Yo me dejo llevar.

[…]

—Pues acabará no siendo novela.

—No, será… será…, nivola.

—Y ¿qué es eso, qué es nivola?

—Pues le he oído contar a Manuel Machado, el poeta, el hermano de Antonio, que una vez le llevó a don Eduardo Benot, para leérselo, un soneto que estaba en alejandrinos o en no sé qué otra forma heterodoxa. Se lo leyó y don Eduardo le dijo: “Pero ¡eso no es un soneto…!”. “No señor ‑le contestó Machado‑, no es soneto, es sonite”. Pues así es como mi novela no va a ser novela, sino…, ¿cómo dije? Navilo…, nebulo, no, no, nivola, eso ¡nivola! Así nadie tendrá derecho a decir que deroga las leyes de su género… Invento el género, e inventar un género no es más que darle un nombre nuevo, y le doy las leyes que me place».

La cita es larga y no tiene desperdicio. En ella, valiéndose del personaje Víctor Goti, Unamuno no solo manifiesta la libertad (también del personaje) de escribir novelas según sus propios parámetros narrativos, sino también la voluntad de desmarcarse totalmente de las leyes vigentes en la poderosa narrativa del Realismo.

Que, para los jóvenes novelistas de la Generación del 98 (Unamuno, Valle‑Inclán, Baroja, Azorín, Blasco Ibáñez, etc.), la novela del Realismo «oliera a cocido», y que al paladín de tal corriente, el canario Benito Pérez Galdós, lo llamaran «Don Benito, el garbancero» no era solo una manera más o menos jocosa de desprestigiar tal tipo de narrativa.

Dichas expresiones despectivas suponían, en primer lugar, un ataque frontal contra el concepto mismo que de la realidad formulaban los realistas; o, cuando menos, de esa realidad que ellos proponían en sus narraciones como objeto de observación, descripción y análisis crítico. Y, en segundo lugar y por consiguiente, para los jóvenes noventayochistas era una manera de desacreditar dicha novelística, entendida por sus creadores como epistemología y hermenéutica de la realidad.

Más agresivo aún que Baroja, contra el pensamiento del realismo, don Miguel de Unamuno elaboró, a lo largo de su novelística y ensayos, verdaderos puntos de referencia que configuraban la concepción de su pensamiento filosófico y narratológico.

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antonio.larapozuelo@unil.ch

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