Introducción, 1

09-05-2012.

Referencias a esta ave en los fondos bibliográficos históricos

Hasta el final del siglo pasado, cuando el campo estaba lleno de gente y faenas, en los cortijos y caserías de España era frecuente ver sus corrales llenos de gallinas, pavos y otras aves parecidas a estas (fig. 1), pero gritonas y huidizas, con la cabeza más bien pequeña y provista de una protuberancia o asta, y con las plumas cubiertas de motas grises, razón por la cual los labradores españoles las llamaban “pintadas”, denominación que alterna con la de “gallina de Guinea”, probable traducción al español de la que aparece en muchas publicaciones francesas.

 

Fig. 1. Cuando los cortijos y casas de campo eran una parte viva del mundo rural español, sus corrales solían estar llenos de aves, de las cuales destacaban, por sus gritos y salvajismo, las pintadas.

La verdad es que, aunque los campesinos no conocían bien su cría, y tampoco estaba generalizado su consumo, su presencia era un tanto extravagante a la cultura agropecuaria española, sin que ni siquiera se supiera su origen. Pero nuestra civilización es como un arcón mágico del que siempre podemos sacar lo que buscamos.

No son frecuentes las referencias antiguas al ave pintada en los fondos bibliográficos mundiales de ciencia o tecnología, pero si revolvemos entre los fondos de la Mitología griega nos podemos sorprender con un relato interesantísimo sobre estas aves:

Meleagro era un príncipe griego hijo de Eneo (rey de Caledonia) y Altea (amante de Dionisio). Cuando nació, las Moiras le anunciaron a Altea que la vida de Meleagro terminaría cuando un tizón que ardía en ese momento se consumiese, razón por la cual ella lo apartó y guardó en un cofre.

Un día, Eneo celebró unos sacrificios de agradecimiento a los dioses y se olvidó de invocar a Artemisa (Hija de Zeus, y diosa de la caza y la virginidad), por lo que esta, enfadada, mandó a Caledonia un jabalí rabioso que destruía y mataba todo lo que encontraba a su paso. Para matarlo se unieron muchos héroes, entre los cuales se encontraban los tíos de Meleagro (los Testíadas) y una mujer bellísima -Atalanta‑. Entre todos ma­taron al jabalí, aunque fue Meleagro el que le dio la última estocada, y es por ello que debería ser él quien recibiera el trofeo; pero enamorado el héroe de la bella Atalanta, le entregó a esta el jabalí, lo que motivó que los Testíadas, indignados, se lo reclamaran como derecho, conflicto que dio lugar a una batalla entre estos y Meleagro, y en la cual este mató a sus tíos.

Al enterarse Altea de que sus hermanos habían muerto, se enajenó y, fuera de sí, empezó a echar al fuego todo lo que tenía a mano, entre otras cosas el tizón que durante tanto tiempo había guardado, por lo cual, Meleagro ‑como habían anunciado las Moiras‑ murió repentinamente. Altea, presa de remordimientos, se ahorcó, y las hermanas de Meleagro, inconsolables, no paraban de llorar sobre la tumba de su hermano. Artemisa, entonces, se compadeció de ellas y, para evitarles un sufrimiento eterno, les cambió su condición humana por la de animal, convirtiéndolas en unas aves cubiertas de plumas enlutadas; pero ni aún así abandonaron su pena. Todavía hoy siguen gritando por la muerte de Meleagro; y su plumaje, de color gris oscuro, ha quedado manchado de motas blancas por las lágrimas que, inconsolables, siguen derramando.

Fig. 2. Hay bastantes evidencias de que las pintadas (Numida meleagris) tienen su origen en un lugar cercano al nacimiento del Nilo. Desde ahí, acompañando el desarrollo de la Civilización, pasó a Egipto, Grecia, Roma…

Ese es el mito con el que se explica el origen de las pintadas, y que justifica el que Linneo denominara a esta especie meleagris, llamando al género Numida, nombre que hace referencia a la región bereber del norte de África (Numidia) en donde abundaban estas aves en la antigüedad, y de donde, en principio, se creyó que procedían.

Los griegos debieron conocer estos volátiles por los egipcios, que los habían integrado en su culinaria, aunque las primeras noticias sobre esta utilidad nos llegan por los romanos ‑en el De re coquinaria libri decem, de Marco Gavio Apicio, figura una receta elaborada con carne de pintada a la que denomina “La gallina del faraón”‑. Es muy probable que los egipcios conocieran estas aves por medio de exploraciones a través del Nilo, ya que su origen se cree ligado a la parte de África en donde nace este río.

Hay autores que aseguran que las pintadas fueron domesticadas en Egipto y en Grecia aproximadamente en los años 1745 a. C. y 400 a. C., respectivamente. Hoy se cree que las pintadas que se crían para su aprovechamiento ganadero fueron llevadas a Europa y América por los navegantes portugueses y españoles (Vasco de Gama, Bartolomé Díaz…), quienes también las transportaron a América (fig. 3), aunque Columela, que está considerado el primer agrónomo español (siglo I a. C.) ya las cita, denominándolas gallinas Africanas o de Numidia.

Fig. 3. Existen documentos que prueban que las pintadas (Numida meleagris) fueron transportadas en el siglo XV por marineros portugueses desde las costas orientales de África a las occidentales y, desde allí, acompañando a misioneros, esclavos, mercaderes, llegaron a las Antillas (siglo XVI), desde donde se extendieron a todo el continente americano.

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