Un puñado de nubes, 17

09-03-2011.
Desde el momento en que Alfonso vio la figura de León acercarse a la mesa, en donde hablaba con Amalia, supo que iba a haber gresca. Y pensó que le desagradaban las trifulcas, sobre todo si eran a causa de mujeres y menos con un amigo. Además, la discusión llegaba en mal momento: se encontraba nervioso y titubeante, porque aquel día no había tomado aún su dosis.
Era su mayor secreto. Alfonso tomaba dos veces a la semana, por la mañana después del desayuno y antes de acostarse, una dosis de cocaína que le ayudaba a mantenerse en forma. Cuando por alguna razón no lo hacía, se sentía reventar de ansiedad y angustia; con ella, en cambio, se notaba sereno, motivado y lleno de confianza en sí mismo.

Todo empezó cuando Alfonso obtuvo el puesto de directivo en la Nestlé. Había decidido alojarse en un excelente hotel de Lutry, Le domaine des Vaudois, a unos diez quilómetros del imponente pabellón de cristal verdoso que la Nestlé tiene a la entrada de Vevey, en el borde mismo del lago Léman. Allá se desplazaba todos los días en taxi con un dirigente de la sección de informática que vivía en el mismo hotel. Se llamaba Maurice de Richemont. Soltero, Maurice rondaba los cuarenta años. Aunque parecía expansivo y cordial, tenía un carácter solitario y un corazón hermético. Vestía siempre de manera intachable. Chapurreaba el español porque durante su juventud había seguido cursos de verano en Madrid y en Salamanca. Fruto de lecturas aleatorias en antologías, Maurice mezclaba con extraordinaria simpleza la poesía clásica con la más reciente. Alfonso lo miraba con irónica complacencia cuando en el taxi le soltaba a veces como en un suspiro: Nuestras vidas son los ríos / que va a dar a la mar… y luego un Es herida que duele y no se siente…, para terminar haciendo un panegírico de la poesía lírica de Góngora. «Ninguno como él idealizó la belleza femenina»: Mientras por competir con tu cabello / oro bruñido el sol relumbra en vano. Pero enseguida rectificaba, diciendo que prefería la poesía satírica de Quevedo «Parce que là, la femme est vraiment humaine. Car, en fin de compte, elle pisse comme tout le monde et caque par le même endroit. N’est-ce-pas, cher Alfonso?». «T’as bien raison, Maurice», asentía Alfonso. Maurice, con su lenguaje directo y un tanto procaz, se olvidaba a menudo de que procedía de la cultivada y selecta burguesía parisina.
Fue Maurice quien indujo a Alfonso al consumo de cocaína y quien le mostró a qué farmacéutico de confianza podía dirigirse. Volvían un domingo al anochecer de haber practicado esquí de fondo en Verbier, la estación de moda de los Alpes valesanos. Alfonso estaba tan exhausto que ni siquiera cenó. De la ducha se fue directamente a la cama. Durante el desayuno, Maurice le advirtió que no osara ir al despacho «avec cette tête de déterré»; y añadió que no era solamente una cuestión de eficiencia sino también de imagen: «La Nestlé, mon cher Alfonso, ce n’est pas n’importe quoi. Après le petit déjeuner —le dijo— et avant de prendre le taxi, viens deux minutes chez-moi».
La prueba fue concluyente. Pocos minutos después, Alfonso se sentía como nuevo. Cruzó los pasillos del edificio Nestlé con un porte seguro y seductor, y entró en su despacho dispuesto a distribuir órdenes y a solucionar requerimientos.
No hicieron falta más pruebas: aquella misma noche, Maurice de Richemont le proporcionaba todas las informaciones necesarias con respecto a la adquisición y al consumo «regulado y sin riesgo» de la cocaína. Y también los peligros. Pocas semanas después, Alfonso había caído en la dependencia. Apenas tenía treinta y cinco años.
Pero Alfonso manifestó tal dominio de sí mismo, tal disciplina en el uso de la cocaína, que jamás consistió excederse ni en la regularidad, ni en la cantidad, como tampoco admitió mezclarla con otros narcóticos que pudieran generar adición paralela o conflicto con la cocaína. Con excepción naturalmente de Maurice, jamás nadie habría de compartir este secreto con Alfonso.
Con el tiempo, Maurice se fue convirtiendo en un hombre impenetrable y rodeado de una nube de misterio que la vida fue haciendo cada vez más densa. Un día desapareció y no se supo nada más de él. En los despachos de la Nestlé se comentaba que había sido despedido por haber revelado su salario.
Ya próximo a la jubilación, Alfonso se había prometido que, una vez en España, probaría a disminuir paulativamente la dosis, y que incluso intentaría abandonar la cocaína con la ayuda y consejos de algún acreditado psicólogo.
Gracias al amigo León, Alfonso ya tenía casa en Sevilla: un precioso palacete con sabor andaluz del tiempo de la Exposición Iberoamericana de 1929. Pero antes de instalarse en él y sin decirle a León ni una palabra, Alfonso viajó a un hotel de la capital para informarse sobre las posibilidades de obtener discretamente la cocaína que necesitaba. En el bar del hotel había oído el nombre de las Tres mil viviendas. Se sentó a la mesa de su habitación, encendió su portátil, conectó con el buscador Google y escribió en el luminoso rectángulo la frase Tres mil viviendas Sevilla. Inmediatamente aparecieron numerosas y variadas informaciones: desde el salvaje consumo de todo tipo de droga hasta robos de toda clase, persecuciones de la policía, peleas con navajas e incluso con armas de fuego. Le pareció espectacular el vídeo en donde se proyectaba una persecución policial en moto que conseguía apresar a un delincuente; y le llamaron la atención los comentarios que seguían al vídeo:
er guru:
ole los huevos del plica que grabab ke wen vdeo su primo sto esun simple aperitivo de lo ke asa en las 3000 te lo igo yo esto es lo minimo…
VIGILANTE:
A VER NO TENEI NIDEA DE LO Q SUFREN ESOS CHICOS TODOS LOS DIAS BREGANDO CON YONQIS MALEANTES Y Q SE CREEN Q SON LOS AMOS DEL MUNDO. DEBERIAN DAR MAS PALOS A VER DE UNA VEZ SE ENTERAN Q CON LA POLICIA NO SE JUEGA … ARRIBA EN CNP CON DOS HUEVOS…
pepe:
Muy bien echo eso de estamparle la moto al hijo de la gran p*ta arrastrado ese. Una pena no haberle indiñado mas fuerte y dejarlo mal pa to su p*ta vida. Como lloraba el mam*n al final del video jaja, hay muchos policias con muchos mas huevos que esos cuatro com**ierdas de las 3000 y barrios parecidos, y no van vacilando todo el día, y por supuesto van mas limpios jeje. Viva el CNP.
gustavo:
eso no es nada con parado con el fuerte apache varrio de buenosaires argentina yo el loko gusty e aca tenes mi correo comunicate acabigotes@hotmail.es.
De todo lo cual, Alfonso dedujo que el barrio de las Tres mil viviendas no era lo que buscaba y que lo más sensato y rápido sería hablar con León para que le recomendara un buen psicólogo, poniendo como excusa que le ayudara a superar sus frecuentes y fastidiosos insomnios y las pequeñas depresiones.
Una vez de retorno a Suiza, llamó a León desde el hotel Le domaine des Vaudois. Como era de esperar, su respuesta fue afectuosa e inmediata:
—No te preocupes, amigo Alfonso. Tú vente a Sevilla e instálate en el palacete del Nervión, que yo me ocupo de tu salud. Conozco a un excelente psicólogo que trabaja en un hospital a dos pasos de la casa.
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