Un hombre de Dios: Jesús Mendoza, y 4

12-03-2011.
A poco de llegar a Barcelona, vino a visitarnos a nuestro primer piso en Hospitalet de Llobregat y compartió con mi madre y conmigo nuestra humilde mesa que, a buen seguro, aquel día y en honor del invitado abandonaría algo de su habitual sobriedad.
—Compré carne y estaba muy dura. ¡Claro, como nunca compraba!, no sabía cuál era la buena y la menos buena —dice mi madre, cuando juntos recordamos su visita—.
Aquel piso tenía cuarenta y siete metros cuadrados y vivíamos en él mi madre y yo. En el simétrico al nuestro, que tenía las mismas medidas, vivía una familia de ocho personas y, además, tenían tres realquilados: en total once. Nunca me expliqué cómo podían vivir.

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