Estos pensamientos, que un día Jesús sembró en nosotros con paciencia infinita y que quizás en alguna ocasión olvidamos, sorprenden a veces brotando de nuevo, verdes y hermosos, del tronco de nuestra alma, «Con las lluvias de abril y el sol de mayo», como brotaba la vida del «Olmo viejo, hendido por el rayo y en su mitad podrido» que sorprendió a Machado.
José Lorite me recordaba, no hace mucho, que en el colegio yo tenía fama de inconformista, rebelde y protestón hasta el punto que, según él, eso me restaba popularidad y aceptación por parte de algunos de mis compañeros.