Él nunca lo haría

13-02-2011.
En un flamante piso de protección oficial; en una de esas viviendas actuales de treinta y cinco metros cuadrados, vivía un sencillo matrimonio en compañía de la suegra y un perro “siete leches”, callejero y sentimental, que movía la cola a todo el mundo en señal de paz y de amistad. Se llamaba Florián, que es nombre alegre, primaveral y respetable. Les quedaban treinta y dos años de hipoteca por pagar; sin embargo, eran felices y se amaban apasionadamente en los escasos ratos libres que les dejaban sus ocupaciones. Jacinta cuidaba de la casa y de su madre que, a sus noventa años, gozaba de una salud de hierro si no fuera por el maldito alzheimer que, poco a poco, le enturbiaba la memoria. Manolo, el marido, vendía planes de pensiones “a puerta fría” por los barrios de la periferia, donde la gente era más pobre, pero más humana y fácil de engatusar.

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