Un puñado de nubes, 06

11-02-2011.
Del aparcamiento hasta el piso fueron tres minutos de mandarinas y calorcillos corporales que subían hacia el estómago con riesgo de saludar a las farolas duras y quietas que alguien se empeñaba en poner delante de nosotros.
—No hagas ruido, que mi amiga está durmiendo.
Nunca sabrá León cómo se desnuda una mujer tan de prisa. Sonaba en la radio la canción de Massiel: “Rosas en el mar”.
En el barrio de las nubes tengo mi nube blanca con parcela de chocolate y piruletas de colores que nacen solas. Huele a menta y pasas de uva. En los árboles mecen un columpio y una hamaca.

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