He preferido dejar pasar algo de tiempo para “enfriar” el tema subsiguiente, porque no he querido que la pasión me cegase y me hiciese poco objetivo. He tratado de aclarar las ideas para que la siguiente exposición sea lo más razonada posible. Todo ello porque es algo que me ha afectado muy directamente.
¿Qué diríais vosotros cuando manifiestamente se os están cercenando vuestros derechos elementales a la información, a la libre concurrencia en igualdad de oportunidades, a la toma de decisiones que os corresponden…? ¿Qué diríais vosotros si quienes tienen el poder de enmendarlo y corregir el entuerto no lo hacen y, cuando alguien decide hacerlo, otros lo anulan con pretextos inverosímiles…? ¿Qué pensaríais cuando se os arruinase lo realizado, solo porque a alguien se le ocurre una decisión administrativa que no lo contempla? En suma, ¿qué me diríais si os veis zarandeados de un lado a otro solo porque “el ordenador” así lo determina…?
Y es que hemos llegado ya a un punto de cinismo tal que nos escudamos siempre tras “el ordenador” para justificar los desafueros cometidos, o los errores; y nos olvidamos de que existe “el ordenador” cuando alguien con el poder necesario decide personalmente que tal o cual cosa sí se va a hacer. Unos son ninguneados y se les toma el pelo “oficialmente”, cuando todos sabemos que “hay casos y casos” y que cuando se quiere, se puede.
A pesar de mi Oposición libremente ganada y mis más de treinta años de servicios activos en la Educación (seguidos y sin abandonar las aulas ni una sola vez); a pesar de mi concurrencia a puesto singular en Educación de Adultos, tras pasar un cursillo y una selección con proyecto evaluable incluido, donde he estado más de diez años; a pesar de pertenecer al Consejo de Centro y de llevar dignamente las clases adjudicadas… a uno le dan la “patada” administrativa solo por una decisión burocrática. Claro, quienes toman esas decisiones están bien “blindados” tras sus poltronas y sillones, fuera de los avatares de las clases, los cambios o los ceses; salvo que lo sean por sus identificaciones políticas o afinidades al grupo que mande. Ahora que se empiezan a realizar cambios para transformar la Educación de Adultos en Educación Permanente ‑lo que conlleva modificaciones de centros, tal vez plantillas y programas de enseñanza‑; ahora que estaría verdaderamente afectado por estos cambios y que podría conocer si estuviese en un centro de adultos (y más si pudiese pertenecer al nuevo Consejo de Centro del mío); pues ahora, precisamente, se me desplaza a la Enseñanza Primaria, de la que salí (y por lo que perdí mis derechos a que se me reconociesen las habilitaciones para pasar a la Enseñanza Secundaria), por una convocatoria oficial para un puesto oficial; ahora me meten en una clase de niños a los que debo atender. Y todos saben ‑y sabemos‑ (aunque algún cínico bien situado lo niegue), que acá, con los críos, no se juega: que, si uno tiene que enseñarles y educarles en lo posible, no puede ni debe distraer ni un solo segundo de su jornada laboral…
¿Cómo me dedico yo a estar pendiente de circulares, órdenes o noticias sobre Adultos o de intervenir en las decisiones que afecten a mi puesto de trabajo que todavía (y eso es lo risible), tengo en Educación de Adultos?
Intenté medio arreglar la situación por un acuerdo con otra compañera, que sí anda en su destino oficial a su pesar, para permutárnoslo ‑o sea, cambiarnos, con lo que los dos salíamos beneficiados y nadie se perjudicaba (en todo caso yo que debería desplazarme a unos diez kilómetros cada día)‑. Y las Direcciones de ambos, sin inconvenientes previos. Así se informaba a la Delegación de Jaén y así la inspección correspondiente lo autorizaba verbalmente a falta de los respaldos documentales posteriores. Pues no, amigas y amigos míos, que “el ordenador” desde Sevilla impedía tal operación que hasta meses antes había sido “legal” y admitida generalmente. Mi puesto actual en Enseñanza Primaria “no existía”…, y eso es así desde luego porque no es una plaza ocupada con carácter definitivo. ¿Qué? ¿Lo entendéis…?
A fe mía que no. Pues yo tampoco. Y menos aún cuando conocemos casos de nombramientos inmediatos para ocupar determinadas plazas educativas que ni cumplen los criterios de adecuación “oficiales” y exigidos a otros, ni son determinantes y necesarios por la función que representan. O sea, el dedo todavía como mejor instrumento de designación. Bien, pues ahí no funciona “el ordenador”, mire usted por donde.
Ahora os juro que no trato de alterar el estado de las cosas, ya admitidas por mí. Donde estoy, estoy, y acá hago mi trabajo (que es por lo que me pagan); pero desde luego, y aparte mis deberes como funcionario (ya que no mis derechos), poco o nada pienso ya aportar a la sagrada causa de la Política Educativa de este Reino de España y la Taifa Andaluza.
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Publicado en: 2005-10-12 (46 Lecturas).