El archivo municipal es muy antiguo, pues empieza en la reconquista de las Navas de Tolosa con Fernando III el Santo, tras la toma de nuestra ciudad en 1233; aunque realmente arranca del 14 de febrero de 1235 y llega hasta nuestros días. Se trata de un fondo vivo que continuamente se sigue incrementando como consecuencia de la actividad municipal en sus relaciones, tanto con los ciudadanos como con el resto de las instituciones del Estado. Aquí está la documentación cristiana más antigua desde 1235; a excepción de Baeza, que tiene un documento de 1231, pues fue conquistada antes que Úbeda por Fernando III el Santo; pero la de Úbeda es más completa. Su colección diplomática, junto con el resto de los documentos medievales, es una fuente importantísima para estudiar la actividad en nuestra ciudad, en el Alto Guadalquivir y de toda la Andalucía cristiana. No hay que olvidar que Úbeda fue, junto con Sevilla, Córdoba y Baeza una de las ciudades más importantes de Andalucía durante la Reconquista.
Habla muy deprisa y lanza muchos conocimientos como la Ley del Talión (“Ojo por ojo y diente por diente”) donde primaba la venganza privada, siendo limitada por la llegada de la ley. Y nos explica la evolución del código penal (que es un acuerdo del estado con la justicia), del código civil (que son las relaciones o acuerdos sociales), tomando seguridad jurídica con los protocolos notariales, que tienen esa función, pues, en los acuerdos verbales, podía arrepentirse cualquiera de las partes o decir lo contrario de lo que se acordó; por ello, pasa a escribirse el acuerdo y puede consultarse en cualquier momento.
Se aprecia que Ramón sabe un montón y lo explica como los sabios, sencillamente y con múltiples ejemplos tangibles.
Y prosigue diciendo que lo que normalmente hacemos son tratos verbales, poniendo algunos ejemplos: «En la carnicería pagas con tu dinero el producto que te sirven, y punto; pero, si se compra una casa, se ha de hacer una documentación escrita, pues es un producto más grande e importante».
Luego llegan los Reyes Católicos, para eso de comprar una casa, con el derecho romano meritorio y necesario. Ramón cuenta que como los 6 años era la edad en que se creía que se empezaba a tener uso de razón, entonces se cogían a ocho o diez niños de esa edad como testigos de la compraventa de una casa a un propietario; y se les daba una paliza después, para que siempre recordaran esa compraventa como testigos que fueron. La patulea de chiquilllos era la conciencia viva para que, transcurridos 30 años, hubiese testigos vivos de que aquella venta se había producido. Por eso, surgen otros métodos alternativos: escribir un documento en un pergamino partido por la parte de abajo o arriba y en forma de zigzag, donde figuraban los datos relevantes y necesarios. Para corroborarlo, nos enseña un par de cartas partidas en dos, precisamente de Santa María de los Reales Alcázares, cuya documentación fue destruida casi por completo en 1936. Así era como se sustanciaba la seguridad jurídica.
Esto lo hacían particulares y, por eso, los Reyes Católicos les decían a los escribanos (ahora llamados notarios) que acudieran al Derecho romano que no guardaba documentos, aunque daba fe pública de sus asuntos. Ese documento era la minuta que se guardaba el notario y las otras dos escrituras se las daba a los propietarios, hasta que en 1504 nace el protocolo notarial en que se les obliga a los notarios en Madrid a tener esa copia escrita y se van coleccionando, sirviendo los derechos privados sobre matrimonios, esclavos, carta de perdón de cuernos (se ríe mucho la gente al mencionarla; pues, aunque ahora como tal ya no existe, se ha transmutado en diferentes formas y medios de comunicación), etc.
Hasta hace poco, los hidalgos no pagaban impuestos; de ahí que surgieran nuevos hidalgos: los de bragueta, porque contribuían con sus siete hijos varones a la milicia nacional o a la guerra. Había también el hidalgo de gotera que no pagaba impuestos por caérsele el techo de su casa, por ejemplo; y, hasta que no terminaba de pagar su arreglo, no volvía a contribuir al estado. ¡Siempre ha habido (y habrá) picaresca! Y el ciclo se cierra con el registro de la propiedad, pues entonces tienes que inscribir tu casa, todas sus cargas y obligaciones, para saber (el que la compre) con lo que se encuentra. Este registro no lo tienen aquí, sino que lo custodian los notarios, con sus escrituras o documentos privados acordados, que pasan al registro de la propiedad con sus registradores al frente.
Recuerda que se han perdido muchos documentos o protocolos. Y nos enseña los libros donde están las obras del convento de San Nicasio y la capilla de El Salvador, poniéndolos encima de la mesa y tapándolos con papel para que nos les dé la luz solar, mientras él los va tratando cariñosamente con sus guantes blancos, rogando encarecidamente que nadie los toque o fotografíe con flash. Allí muestra los inventarios que hay actualmente, explicando una anécdota de la capilla de El Salvador donde viene reflejada una ratonera, cuando los ratones campaban por sus fueros. Todo esto reportaba una seguridad jurídica.
Luego habla de muchas cosas: de los esclavos que tuvimos en Cuba; y trae a colación un cuento de Borjes, de unos geógrafos chinos, que están haciendo mapas a escala hasta que llegan finalmente a escala 1/1, habiendo empezado por hacerlos muy pequeños y detallados. Estos inventarios empezaron en el pasado, como fuente de información muy importante, en el Reino de Aragón. En el futuro, no sabemos cuáles serán las fuentes de información que nos traerán y si se conservarán, aunque ya tengamos las fotos, el internet, los whatsapps…